jueves, 24 de diciembre de 2009

Las Tres Joyas...

¿Cuál es el valor que alguien puede darle a algo? Es acaso ese valor, proporcional al verdadero costo de algo? Esta historia pretende mirar dentro de lo que vale el alma y el amor… ¿Costarán acaso?

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo minero, un poderoso comerciante arribó. Su intención era la de conseguir la más hermosa joya que nunca antes ser humano huiera admirado jamás.

Preguntando, los aldeanos hicieron mención del mejor joyero del pueblo. Aquel hombre era capaz de hacer de piedras preciosas, maravillosas expresiones de arte geologicas. Rubíes, Topacios, Diamantes, todos con impurezas y en deterioro, habían sido convertidos en dijes, gragantillas, o hermosos collares jamás vistos antes.

Aquel comerciante quedó impresionado, maravillado ante tal noticia. Estaba decidido a comprarle toda la tienda y doblarle el precio cuando llegará a la ciudad más próxima. Sería millonario, mucho más rico de lo que el hombre podía imaginar.

Después de mucho buscar y preguntar llegó hasta la pequeña casa del joyero. La apariencia de la casa distaba mucho de ser la de un hombre adinerado. Un pequeño y sencillo portón de madera en conjunto con una barda de tablas de madera labrados, delimitaba el pequeño jardín que rodeaba la casa de madera. El techo de paja, daba un lindo toque rústico a la casita.

Sin pensarlo mucho, el comerciante atravezó el portón y toco a la puerta. No pasó mucho tiempo para que un gracioso viejecillo abriera la puerta. Podía ser verdad que este hombrecillo fuera capaz de semejante obras de arte? Sin pensarlo mucho, el comerciante se presentó. Estaba dispuesto a ver tan maravillosas obras y pagar lo que fuera necesario.

El viejecillo sólo le limitaba a mirar. Después de escuchar hablar al comerciante, lo invito a un cuarto de la casa. Mientras caminaban a aquel lugar, el comerciante no podía entender como alguien tan exquisito en su arte manual, viviera tan sencillo.

Llegaron al lugar y de un pequeño bureau, el hombre extrajo una cajita de madera maltrecha.

-“Estos han sido mis últimso trabajos…” . Exclamó el viejecillo.

El comerciante estaba confundido.

-“No entiendo? ¿Dónde está todo su trabajo?”. Preguntó el comerciante.

El viejecillo sólo sonrió, al mismo tiempo que abría la pequeña caja. En ella se encontraban 3 joyas. Eran preciosas!!! Perfectas, finas y sumamente delicadas. Su tamaño era impresionante. Una era de color rojo. La otra de color verde y la de enmedio, y por cierto la más hermosa de todas, no tenía color.

El hombre quedó maravillado. Imaginaba cortar todas esas piedras en pequeños pedacitos para crear joyas tan variadas. Imaginaba pulseras, dijes, cadenas, anillos, en fin. Se imaginaba más rico. Sin dudarlo más el hombre preguntó lo precios.

El viejecillo sonrío…

-“La joya verde es una esmeralda. Es la más grande que existe. Su costo es de $15,000,000”. Exclamó el joyero.

-“La joya roja es un zafiro. Esta piedra me llegó desde tierras lejanas del sur. Su costo de $35,000,000”. Prosiguió el viejecillo.

-“Y la joya blanca… no tiene precio!”.

El comerciante se quedó atónito… “No tiene precio?”. Pensó el comerciante.

El viejecillo esperó la expresión para proseguir…

“Esta joya es invaluable… No existe dinero suficiente para poderla comprar”. – El hombrecillo concluyó.

Después de escuchar los precios, el comerciante comenzó a elucubrar la manera de poder pagar semejantes cantidades. La riqueza del comerciante ascendía a casi $200,000,000. Podía comprar sin problema las tres joyas. Después de pensarlo mucho… decidió hacer las ofertas…

“Muy bien joyero, considerando los precios te puedo hacer la siguiente oferta. Por la joya verde y la roja me estás pidiendo $50,000,000. Estoy a dispuesto a llevarme las dos joyas en este momento. Estoy dispuesto a ofrecerte $45,000,000 por ambas. ¿Qué opinas?”. Exclamó con astucia el joyero.

El joyero, después de pensarlo… aceptó.

El comerciante estaba sorprendido… “Pero que estúpido!!! Ni siquiera es capaz de negociar!!! Esto va a ser mucho más fácil de lo que esperaba”. Pensó.

“Muy bien. Y digamos te doy $20,000,000 con la joya blanca?”. Volvió a preguntar el comerciante.

El joyero sólo movio la cabeza. “Le dije que la joya blanca no tiene precio. Ya hicimos un trato y creo que ha quedado cerrado. Usted se lleva sus joyas y usted me da el dinero acordado.” Dijo el joyero.

El comerciante con mirada astuta se atrevió a continuar. “Mi señor, no hay nada en este mundo que no tenga precio. He viajado alrededor del mundo. He conocido tanta gente, y hasta la gente tiene su precio!! No ha habido nada que no haya podido comprar!!!”. El comerciante sonrió.

El joyero sólo se limitó a decir. “Creo que esta experiencia le servirá. Por primera vez en su vida, está viendo algo que no puede comprar ni con todo su dinero”. El joyero concluyó.

La avaricia del joyero así como su orgullo no le permitían dar marcha atrás… “ Veo que usted es un verdadero hombre de negocios… Muy bien, digamos le ofrezco $80,000,000 por la joya blanca… y además me llevo las otras dos por $40,000,000. Le aconsejo tome esta oferta, ya que es la última que le puedo hacer”. El comerciante exclamó con prepotencia.

El joyero sólo volvió a negar con la cabeza.

“Qué???!!! No es posible!!! Vea en que condiciones vive usted. Es usted se ve pobre, y se ve a leguas, que por su misma condición, es infeliz.”. El comerciante continuó. “Imaginese con tal cantidad de dinero. Usted viviría en la plenitud de su vejez. Podría viajar, conocer, ser un hombre de mundo como yo. ¿Qué opina?”. Exclamó el comerciante.

El joyero, sólo volvió a negar con la cabeza. “¿Quién le dice que no soy felíz?”. El joyero preguntó.

El comerciante estaba furioso. Había hecho uso de sus mejores tretas y “frases” para convencerlo. Sin embargo, el comerciante no estaba dispuesto a demitir. Así que el comerciante dio su última oferta… “De acuerdo, ya no deseo la joya verde y la roja… Le ofrezco toda mi fortuna $200,000,000 por su joya blanca…”.

El joyero, volvió a sonreír… “Lo siento, le dije que esa joya no está en venta… Puede llevarse la joya verde y la roja, pero la blanca no”.

La charla se complicaba, mientras que alguien tocó a la puerta… El joyero, en ademán de disculpa, se retiro del cuarto para atender la puerta. El comerciante estaba fúrico. No podía creer lo que estaba pasando. Furioso y ciego de avaricia, sacó un papel, una pluma y comenzó a escribir. En la carta, el comerciante cedía todos los derechos al joyero sobre sus propiedades, dinero, en fin todo lo que el comerciante tenía… Si el comerciante estaba en lo correcto, la Joya era tan invaluable que recuperaría su dinero en poco tiempo. Al finalizar, la firma del documento, dejó los $200,000,000 y la carta junto a la cajita de madera sin la joya blanca. El comerciante se retiró por la puerta de atrás…

El comerciante muy contento llegó al poblado más próximo. En actitud prepotente fue hasta una joyería. Estaba seguro que con la joya, podría ofrecerle una infinita gama de posibilidades al joyero, quien parecía tener muchisisimo dinero. Al llegar al local, el comerciante en tomo afable y tranquilose limito a mostrar la piedra de inmediato.

“Buenas Tardes amable señor… Vengo a ofrecerle un negocio que hará que se retire joven y además rico. Le vengo a traer el negocio de su vida. Una piedra exquisita traída de las mismas Indias. De las minas del legendario rey Salomón, de la tumba de los faraones, de…”

El joyero, sorprendido interrumpió y pidió la piedra por un momento…

El comerciante continuó… “De la tumba del mismo Julio César, del templo de Zeús, de los jardines colgantes de Babi…”

El joyero, incrédulo interrumpió… .-“Del fondo de una botella…!”.

El comerciante se quedó atónito. “Perdón?”. Preguntó.

El joyero sonrió con sarcasmo… “Si mi Señor… Del fondo de una botella. Esto no es más que una cuenta de vidrio…”.- Concluyó con Ironía.

El comerciante sólo pudo tragar saliva. Había sido estafado… No lo podía creer. Había dado todo su dinero, todo lo que había conseguido con el sudor del de enfrente… no de su frente, ya que era muy pillo. Y ahora era más pobre que el mendigo que hacía algunos momentos fuera de la joyería, le había pedido unos mendrugos de pan.

Pero… aquel hombre le había dicho que la piedra era invaluable… que no tenía valor… Debía ser un diamante o una joya exótica… Debía ser algo tan maravilloso como para no tener un precio. Todo esto se cuestionó el comerciante mientras era llevado a la corte por estafa, y muy seguramente a prisión.

De vuelta en el pueblo, el viejecillo pudo reclamar el dinero. Con él, remodeló muy sencillamente su casita. Había goteras, y a veces el viento helado de invierno se filtraba por entre las grietas de las viejas tablas de madera. También y ocasionalemente, organizaba fiestas para el pueblo en señal de gratitud por la ayuda incondicional que durante sus tiempos dificiles había vivido. Las propiedades las vendió y ese dinero, una puerta la donó. El resto lo llevó a las minas para pedir algo sumamente especial.

De las minas, pidió una hermosa tabla de mármol que el mismo dió forma, al mismo tiempo que incrustaba pequeñas piedritas de de amatista y topacio. Cernidas alrededor de dos bellas gemas, un zafiro y una esmeralda… mismas que el comerciante se había negado a comprar. De la lápida, la palabra Lisa brillaba en tonos brillantes y coloridos por las incrustaciones. Era hermoso.

Pidió a algunos mineros y escultores llevarlo hasta la colina, donde una pequeña cruz de madera yacía. Ahí la colocaron. Y ahí el viejito se quedó rezando y platicando… Los mineros y escultores se retiraron dejando absorto al anciano en sus pensamientos.

“Lisa… Mi bella esposa. Sabes que el tiempo para mí ha sido eterno. Aún sigo esperando el momento de estar a tu lado. De poder volverte a abrazar. De sentir tu prescencia en mi cuerpo, así como el día en que nos casamos. Aún lo recuerdo. Eramos tan pobres, pero aún así cuanto deseaba que tuvieras la más hermosa joya del mundo colgada de tu pecho. Una joya que pudiera mostrar la belleza que emanaba tu ser… Así que esa noche, mientras cenabamos, rompiste aquella botella de vino que corto ligeramente tu mano, dandole un todo rojizo al cristal. Ahí ví plasmada tu figura. Un hermosa joya con sangre viva y que daba tanta vida a todo el que la admiraba. Mientras dormías, tomé aquel trozo de la botella y con especial cuidado, la tallé, la fundí, la esmerilé y cree lo que se convirtiría en mi don especial, secreto, el de poder dar vida a una piedra. Que lástima que ya nunca despertaste para verlo…

Durante todo este tiempo, me dediqué a guardar y a trabajar cada una de las piedras que puedes ver. Cada una representa cada instante, cada momento que viví a tu lado y que no tiene precio para mi. Un brillante y hermoso momento que sirvió de mi guía a mi inspiración. La joya más valiosa que sólo Dios pudo haber labrado fuiste tu. Te amo”

domingo, 6 de diciembre de 2009

Tiempo para progresar.

Hola a todos,

Pues, se pudo subir todo el diseño de la página web de mi nuevo libro con éxito. Lo pueden visitar en http://www.extintum.com Cualquier comentario es bien recibido en los blogs de confianza:

http://darkpollo.blogspot.com
http://extinutm.blogspot.com

Gracias por su apoyo. Ya casi lo terminamos...

P.D. Por ahí, y si tienen tiempo, echenle un ojo al nuevo proyecto, Las crónicas de Cassandra. Todavia es un título tentativo... Aún está en el tintero.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Carta a mi criatura...

México, Distrito Federal a 5 de Diciembre del 2009

Hola,

Hacía mucho que no me dirigía a alguien por medio de una carta. Y es que los medios electrónicos han menguado mucho la capacidad que tiene alguien para expresarse. Ahora, nos escondemos tras máscaras o pseudónimos de gente que aspiramos ser, pero no somos ni la mitad de eso.

Anoche quería contarte tantas cosas. Decirte lo que te espera. Las nuevas experiencias que vivirás y que tanto cambiará tu vida. Anoche, te vi diferente. Ya eras otra persona. Alguien que quería comerse el mundo a pedazos y que podía hacer todo por su propia cuenta. En ese momento, me di cuenta de que estabas listo.

Vi cuando te dormiste. Me deseaste buenas noches, y yo, cariñosamente te arropé y me acosté a tu lado para velar tu sueño. Sólo pasaron algunos minutos para que te quedaras dormido. Luego, te despertaste. Me preguntaste si seguiría a tu lado al amanecer. Yo... No supe que contestar. Me quedé impávida, sin poder responderte. ¿Era justo mentirte? ¿Decirte que ya no estaría ahí para cuando abrieras los ojos? Pero, imaginaba el daño que te haría, si al despertar, estuviera yo ahí.

Hay muchas cosas que quiero contarte, y creo que es el momento adecuado para hacerlo. Creo también, que una carta es la mejor manera de explicarte todo y de decir adiós.

Has cambiado. Cuando te conocí no eras más que un niño. Gustabas de divertirte y estar siempre con tus amigos. No te importaba el futuro ni mucho menos, lo que harías con tu vida. Sólo querías vivir el presente. El ahora. El mañana, podía irse a la basura. Me entristeció mucho esa actitud. Sabía que no estabas listo, pero cuando tu madre murió, vi un cambio radical en tu persona. Fuiste capaz de cimentar las bases de tu presente y ver tu futuro más claro. Comenzaste a hacer cosas que nunca me hubiera imaginado que fueras capaz. Y ayudaste a muchos otros cuando más te necesitaban. Eso, merecía una recompensa. Alguien tan valioso como tú tenía un don. Un don que debía perdurar para toda la eternidad. Y este, es mi regalo.

Cierra las ventanas, pues el sol puede matarte. Te sentirás cansado, pero es normal ya que nosotros dormimos durante el día. En el refrigerador, hay suficiente alimento para una semana. No la bebas toda, pues no sabes cuando podrás salir a cazar de nueva cuenta. La sed es insoportable al principio, pero estoy segura de que sabrás resistir. Tienes una gran fuerza de voluntad. Sólo mata lo que vayas a comer; No, más.

Tendrás que aprender a volar. Aún recuerdo que le temías a las alturas. Bueno, espero que esa fobia la logres superar, porque es uno de los más maravillosos regalos de ser como ahora eres. Evita las balas de plata, el agua bendita y las iglesias. Oh, es cierto. ¡Cómo odiabas ir a misa los domingos! Bueno, ya no tienes que ir. Ya que es perjudicial para tu salud.

Ahora eres mío. Mi linda criatura. Un ser que hará el bien y que prevalecerá para toda la eternidad. Espero, algún día podamos encontrarnos nuevamente en esta vida o en mucho tiempo más.

Con Cariño,

Lucy.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Crónica de una muerte anunciada...

"¡Hola! ¡Qué obscuro está todo por aquí! Y se oye eco..." "mmmm... parece que nadie me escucha"

"¡Hola mundo!" "¿Dónde estaré? Estoy tratando de recordar, pero no tengo ni idea..." "Bueno, la última vez, iba yo conduciendo. Si, estaba furioso. Alguien tiró café en mi camisa, y tuve que regresar a casa. Bueno, creo que me lo merecía... ¿Fue aquella rubia despampanante que es la secretaria de mi jefe? ¡Uy sí! ¡Le dije que si la podía invitar a cenar, y en un ademán de burla me tiro el café encima"

"Bueno, pensándolo bien. Le dije que tenía una piernas preciosas... Y por eso me tiró el café"

"Sí, eso pasó... ¡ja! ¿quién lo iba a decir? Esa mujer se acuesta con todos en la oficina y yo por darle un cumplido se indignó... No cabe duda que la moral de la gente actua de formas extravagantes..."

"Muy bien... Entonces, volviendo a donde estaba... Iba furioso, conduciendo a exceso de velocidad. Sin molestar a nadie por supuesto. Cuando aquella camioneta se atravesó en mi camino y me impacté en la parte trasera... ¿A cuanto iba... A cuanto iba? Creo que eran como 200KM/h. Esos malditos frenos no funcionaron... Y justo hacía una semana que los cambié. Malditos de la agencia, me cobraron cinco mil pesos y fallaron. ¡Pero me van a oír esos cabrones! ¡Si, me van a oir! ¡Les voy a meter una demanda marca diablo de la que se van acordar para toda su infeliz vida!

¡mmmmm....pensandolo bien, creo yo fui el que me cambié de carril y me fui a estampar contra el muro de contención... ¡ja! ¡Qué distraido ando hoy! No me acuerdo ni de lo que hice hoy... ¿O habrá sido ayer? ¿Será de noche? ¡oh, sí. Ya me acordé, fueron los de la agencia los que me recomendaron cambiar los frenos y no lo hice! ¡jajajajaja! ¡Vaya pendejez de mi parte! Por ahorrarme unos cuantos pesos; Pero no manches eran cinco mil pesos. ¡Una lana!

¿Después qué pasó? ¡Oh si! el ajustador me dijo que había sido perdida total. Que ya no había remedio y que lo mejor era llevárselo porque no había nada que hacer. ¡Ja! yo fregando por cinco mil pesos, y que pierdo todo el pinche auto... ¿O acaso perdí más?

¡Estoy tratando de acordarme! ¡Me lleva la fregada! ¡Oh por Dios! ¡No era el ajustador! ¡Era el triste paramédico! ¡Hablando de mi! ¡Qué ya no había remedio! El auto quedó en el muro de contención... Y yo... Y yo... en la otra banqueta... salí expulsado veinte metros del parabrisas... Por eso, era mejor llevárselo... ¿A quién? ¿A mi? ¿A donde? ¿A la SEMEFO? ¡Pero si yo oía todo! ¿Cómo chingados iba a estar muerto?

Luego...me trasladaron...El perito dijo... ¡Que dijo ese cabrón! ¡Maldita memoria la mia! Dijo...dijo... ¡Diablos, ah sí! ¡Este güey ya se peló! ¡Eso dijo! ¡Si me acordé! ¡jajajajaja! Bueno... Calma y relajación Camilo... Calma y relajación... Sigues en la SEMEFO, sólo toca la puerta y alguien te va abrir... Así de simple... Y volverás a tu vida de siempre. Todo mundo sabe que sufres de Catalepsia... Por eso... Por eso traes el brazalete... ¡En la madre! ¿Dónde está el brazalete? ¡No me lo puse hoy! ¡Cómo me pude olvidar de eso! ¡Oh, sí! ¡Se lo aventé a la rubia cuando me echó el café encima! Mi jefe lo vio y me corrió... Yo...Salí echo la mocha... Y me fui a estampar al muro...

¡Auxilio! ¡Ayuda! ¡No estoy muerto! ¡Alguien que me ayude! ¡Me falta el aire! ¡Madre mia! ¡Madre de Dios! ¡Virgencita! ¡Estos pendejos ya me enterraron! ¡Pensaron que estaba muerto! ¡Qué hago! ¡¡Auxilio!! ¡¡Ayuda!! ¡Ya casi no hay aire! ¡Ya casi no hay aire! Ya... Ca...si... no... hay...

jueves, 26 de noviembre de 2009

Una increíble experiencia...

Con mucho júbilo, me permito comentarles que el día de ayer, asistí a la presentación del libro de mi querida amiga, Miranda Hooker y con mucho beneplácito me permito escribir a continuación, el discurso que tuve la fortuna de presedir.

…Dicen los Budistas que vivamos el ahora. Sin tapujos, sin falsos rencores de una vida vacía y mundana que nosotros mismos nos creamos. Pero creemos que somos niños, que aún Vamos al circo a olvidar nuestras preocupaciones. O que nos podemos embeber en un Baño Turco donde alguien puede relajar su autoestima y dejarla por largo rato e incluso, olvidarla.

Miranda Hooker se mira al espejo. Se analiza, se describe, se escribe y se reescribe hasta compaginar con su lector. No es un simple Oficio de Otoño, no es andar De Antojo por un instante. Es una crítica seria a la realidad de una madre-esposa-mujer que nos regaló una Venus a fin de siglo, pero que después de un año, calló para no volver jamás. ¿Extrañamos su voz en la radio? Si, pero ahora ha vuelto, más carne, más hueso, con mucho más de lo que tiene dentro.

Leerla, paladea nuestros sentidos. Es capaz de crear un Estado de Sitio de nuestro Yo, para despertar al “Otro” Si, ese que no solemos molestar por temor a no ser aceptados. Tenemos temor a crear Policromías Anarquistas que puedan hacer la diferencia y resaltar nuestra existencia frente a los demás. Aquello que ella despierta en cada uno de nosotros.

En sus relatos nos transporta a recónditos y misteriosos lugares como una Oficina del Registro Público de la Propiedad o trasladarnos al enigmático Zoológico de Londres. Siempre con una magistral forma de hacer lo ordinario como algo sublime y extraordinario. Y me pregunto ¿Quién no querría tomar un café como ella lo hace? ¿O contemplar las hojas de otoño caer? ¿Quién no querría haberse subido a un tobogán con sandalias en las manos, para tirarlas a donde fueran a dar? ¿A quién no le gustaría oír su aventura de cada día como la más inédita experiencia de toda su vida?

Dicen que el hábito no hace a la monja, y ella, lo confirma. Y gracias a estos Contrastes, es que tenemos este libro entre nosotros. Donde, las Lecciones de Domingo se dan todos los días y la Pugna entre pedir o no consejo para claudicar o seguir adelante, jamás pudo romper el hechizo. Esperamos poder seguir disfrutando de muchas más Apologías en Día de Muertos, vibrar con los graciosos sketches de la Sra. Bean, o aprender más técnicas didácticas para el uso de la canción de las “mañanitas”.

Ahora, todos reunidos agradecemos con júbilo que jamás se haya rendido, que en los momentos más difíciles, cuando creía gritarle a la nada, había lectores ávidos de relatos reflexivos y amenos. Y sobre todo, agradecemos que haya podido regalar a sus afables lectores una parte de ella, que vivirá y trascenderá hasta el final de los tiempos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Hacia la eternidad... >.>!

Con gran beneplácito me permito anunciar que mi querida amiga, Miranda Hooker hará la presentación de su libro: "La bitácora de Miranda Hooker" la semana entrante.

Amiga,

Sé que es el resultado de mucha dedicación y esfuerzo. Cada letra, cada palabra, cada linea, cada idea se lleva consigo, una parte importante de tu ser. Enhorabuena, y ahí estaremos para dar "pa' delante" como dicen en mi pueblo...

DarkPollo.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Pasos en la escalera o lo mejor de una vida

Cada vez que aprendo algo, me despierto de madrugada.
Y con aprender me refiero asumir a quién de mi familia, en realidad, le soy leal o cómo la violencia está en los detalles.
Aprendo y me despierto porque en mi escalera suena, inconfudible y diáfanos, un taconeo.
La casa entera está en silencio, la familia dormida y yo observo con los oídos.
Es un taconeo de alguien que viene hacia mí y se detiene frente a mis pies. Sólo se oye mi respiración.
Y mientras más avanzo en comprensión, en una vigilia consciente para que la muerte no me llegue durando, sino viviendo, más fuerte se escucha el taconeo.
A lo mejor estoy muerta y no me he dado cuenta.
Quizás no es aprendizaje sino una nostalgia retrospectiva.
O soy yo, la que me visito por las madrugadas, ahora que la traición o el maltrato ya no me tocan.

viernes, 28 de agosto de 2009

¿Lo mejor de una vida?

¿Vivir es la razon para morir? O realmente morir es la razon por la que vivimos. ¿Qué es más importante? ¿Es verdad que al morir, nos espera una mejor vida? ¿Por qué esmerarnos en esta, Si de cualquier forma la "buena" es la que sigue? Y si la vida despues de la muerte es la que liberara nuestra alma de su carcel que es nuestro cuerpo, ¿por qué no querer ambicionar ese estado? ¿Hay acaso una fuerza invisible que nos mantiene unidos a esta prision de carnes y huesos? He aqui una historia de estos cuestionamientos.



¿Lo mejor de una vida?



Por Mario Alberto Martinez Yanez.



El reloj de pared daba las diez de la noche, ante la mirada sombría y frustrada de un hombre que maldecía constantemente al tiempo. El silencio de aquel piso de oficinas ocasionalmente era acallado por un distante rugido de motores que deslizaban fantasmagóricamente en los cubículos, devorando las partículas de polvo que se habían quedado en la alfombra. Mientras las aspiradoras hacían su labor, el hombre revisaba apresuradamente estados de resultados y cuentas de balance general que, aunque correctos desde hacia varias horas, el hombre no claudicaba en seguir validando hasta encontrarles algún tipo de error. Su escritorio era un campo de batalla. Cadáveres de papel por doquier, seguido de marchas fúnebres de clips, lápices sin punta e infinidad de gomas a medio término que habían cedido ante la neurótica fricción de desaparecer cualquier signo de error o manchón en sus entregables. Infinidad de cajas de cartón se encontraban apiladas en su lugar. También sus pertenencias, axial como algunas fotografías, estaban guardadas en una caja de color rojo, con su direccion. Se llevo por vigésima vez las manos al rostro.

- Con una fregada. ¡Esto no está bien! Exclamaba en tono eufórico y aspecto psicótico. - No me importa si debo estar toda la noche. Debo entregar esto mañana temprano.

Cinco horas más pasaron. El hombre decidió levantarse para despabilarse. El reloj anunciaba ahora las tres de la mañana. El individuo en cuestión decidió caminar por el pasillo principal de la oficina hacia una pequeña cocineta que se ubicaba en el ala este del complejo. Solo algunas luces permanecían encendidas. El ambiente a media luz parecía tranquilizar la compulsión de aquel pobre. Seguramente también el cansancio había tomado parte en elucubrar un plan para llevar a la conciencia a la cama. El hombre salio de la cocineta con una taza de café frío, misma que deposito en escritorio. Volteo hacia ambos lados del piso, sin haber indicios de vida o actividad. El personal de intendencia había dejado el lugar hacia ya varias horas. El hombre bebió su café mientras contemplaba el horrendo plafón del techo. Un sinnúmero de cifras comenzaron a mancharse en el plafón atemorizando al hombre. Una tenia cuatro cifras, y era la colegiatura vencida de la escuela de su único hijo. Otra mancha mas se asomaba para mostrar sus grotescos cinco ceros que representaban la deuda del automovil. Pero lo que mas le infarto, fue sin duda la bestia de seis seis seis cifras que era la hipoteca de su casa. No había escapatoria, aquellas monstruosidades se abalanzarían sobre su chequera para beber hasta la última gota de liquidez que el pobre hombre pudiera tener. Cerró los ojos, y apretando fuertemente los dientes, enderezo bruscamente el respaldo de su silla para volver al trabajo. Ya había pasado una hora mas y el tiempo, implacable, se negaba a detenerse para, burlonamente, acabar lentamente con las posibles horas de descanso que tenia aun. Finalmente, decidió retirarse. Tomo su saco del perchero para ponérselo. De ahí, se dirigió al lobby de la oficina en dirección a los elevadores. En la recepción, un curioso espécimen en uniforme veía ávidamente la television. El hombre lo miro con despecho. Sin descuidar su educación, el hombre se adelanto a decir.

- Buenas noches. El guardia de seguridad ni se inmuto. No hubo respuesta de su lado. En su lugar, un fuerte eructo fue exhalado, proveniente de una generosa cena provista por la dona del susodicho.- ¡Pero recursos humanos me va a oír! Exclamo. - ¡¿Como pueden contratar gente así?!

Las puertas del elevador se abrieron. El hombre ingreso, mientras veía que el policía finalmente se había levantado de su asiento, mirándolo.

- ¡Estúpido gordo! Pero me van a oír mañana. Rezongaba mientras el elevador descendía.

El hombre salio del edificio y caminó hasta su casa. De sus pocas fortunas, era la de vivir cerca del trabajo. Habian transcurrido cerca de cinco minutos, desde que el hombre había salido de su oficina. Esta cansado, y se sentía sumamente pesado. Tal y como si le hubieran puesto inmensas cadenas en su cuerpo. Lo que realmente lo motivaba era llegar a su casa con su esposa y su hijo. Finalmente se detuvo frente al portón de una linda casa clásica de tres pisos. Esquinada entre una calle de poco transito y un parque, la casa era el refugio perfecto para alejarse del ruido de la gran ciudad. El hombre inserto la llave en la cerradura, pero estaba se negaba a ceder.

- ¡Maldita sea! ¡No otra vez! Apenas ayer, el hombre había tenido el mismo problema con la chapa. - Pensé que Brenda lo había arreglado.

Sin decir mas, se dirigió a la puerta trasera, que siempre dejaban abierta, e ingreso a su casa. La puerta trasera daba a la cocina. Lindos azulejos de color café claro amenizaban y entonaban con unos muy finos muebles de madera de pino y con cubierta de mármol blanco. Al centro, una pequeña mesa que fungía como ante comedor en la que cabían cuatro personas. El hombre se quito los zapatos a la entrada para no hacer más ruido. Sigilosamente, camino hacia la planta alta por las escaleras de madera que unían a la sala de estar con el comedor. Subio para dirigirse a su recamara. Pero algo lo detuvo. Una sensación extraña. Decidió ir al cuarto de su hijo para ver como se encontraba. La habitación del niño esta a unos cuantos metros en dirección opuesta hacia donde se encontraba su recamara. Entró con mucho cuidado para no despertar a su hijo. Tan solo quería verlo. Tenía tantas ganas de hacerlo. Cual fue su sorpresa que al entrar, su hijo se encontraba despierto. Estaba algo asustado y nervioso.

- ¿Todo bien? Pregunto en tono afable el papa.

- si, todo bien papa. Comentó el niño, pasando saliva.

- ¿Qué haces despierto? Pregunto dubitativamente el hombre.

- Esperándote. Contesto. - Ayer viniste también más o menos como a esta hora para verme.
- Si, me acuerdo. Pero ayer si estabas dormido y te desperté. Me acuerdo que te asustaste mucho.

- Si. Pero hoy estoy mejor. Me gusta platicar contigo. Comento el chico. El hombre se alegro por el comentario.

- Hijo. ¿Te gusta tu escuela?

- Si, claro Papá, ¿por qué?

- mira, lo he estado pensando. Y con el gasto de la casa más el del coche, no estoy seguro de que pueda seguir pagando tu escuela.

El niño miraba atento a su Papá.- Pa, pero por eso no te preocupes. Mama dice que eso ya no es un problema.

El hombre se sobresalto de repente. ¿Como podía estar segura su esposa de que ya no era un problema? Desde luego, su esposa trabajaba, pero eso no era suficiente.

- Mira hijo, si mama te lo dijo, imagino que fue para tranquilizarte. Pero se que ya eres grande y tienes la suficiente madurez para entenderlo.

- Si Papá. Ya tengo seis.

El hombre se volvió a contrariar. - Dirás cinco. Corrigió.

- No Papa, tengo seis.

El hombre comenzó a preocuparse severamente. Acaso el estrés lo estaba haciendo olvidar cosas. En eso se encontraba cuando fue abruptamente interrumpido por el chico.

- ¿Vendrás mañana a verme?

- Pues claro soy tu Padre. ¿Por qué no habría de hacerlo?

- Pues, imagino que por tu situación debe ser difícil.

El hombre se alarmo.- ¿Cuál situación?

- Papá... Se adelantó el niño. - Nos dejaste hace un año.

El hombre trataba de entender.

- Mama dijo que te habías ido al cielo, pero estaba seguro de que volverías algún día. Yo le dije que te había visto ayer y que habíamos platicado, pero no me creyo. Un aire frío fue resentido por el hombre. Le temblaba todo el cuerpo. Estaba muerto, pero no lo sabia, hasta ahora. Su espíritu había vagado todo este tiempo.

Su cuerpo le había dictado que hacer todo este tiempo. Trabajar y trabajar. ¿Había sido capaz su espíritu de sucumbir ante los deseos mortales de sus hábitos? Todo tenia sentido finalmente. Las cajas de cartón en su lugar, el policía que no le había contestado cuando se despedía. La sensación de cadenas. La cerradura de la puerta, su hijo atemorizado. Pero sin duda, el terror se había convertido en una profunda tristeza de no saber como seria ahora que no podría estar con su esposa e hijo. ¿Que iba a ser de ellos?

- Papá. Interrumpió su pequeño. Mama dice que no te preocupes. Vamos a estar bien. De verdad. Ve a descansar.
- El hombre comprendió finalmente. No importaba si realmente estuviera vivo o muerto. Si cuando estuvo vivo, vivió muerto. ¿Cómo podría esperar estar muerto, y ahora vivo? Aquel hombre había fallecido hacía muchos años y ni siquera se había dado cuenta. Justo ahora, que ya no respiraba más, entendendía que la vida nunca había sido eso.
Espero, muchos otros no crean que vivan, cuando en realidad, están muertos desde hace mucho tiempo.

jueves, 20 de agosto de 2009

Enamorarme más.

Por Mario Alberto Martínez Yáñez.

Emociones vanas,
Llanas, simples y planas.
Emociones insanas
Que con las tuyas magistralmente matas.

Ya no deseo tener hambre
Ya no deseo sentir frio
Ya no quiero sentir este hastio
Mientras no se trate del apetito
Y el inmenso escalofrio
Que siento cuando te miro

No deseo deprimirme mas
Mientras no sea para extrañarte,
Para poder llorarte,
O para morir de tristeza si te vas.

Ya no busco alegrarme
Por sencillos sucesos,
Hechos o acontecimientos;
Sino por la inmensa felicidad
De que estaras conmigo en cualquier lugar.

Ya no busco enamorarme mas
Porque para darte lo que tu me das
Necesitaria amarte
Para toda la eternidad.

martes, 21 de julio de 2009

Mano a mano, 1.

Miranda Hooker, inspirada en W. Somerset Maugham.

Kitty había pensado que todas las personas, la humanidad entera, eran como gotas de agua en un río que avanzaba, tan cerca unas de otras, en una marea anónima que desembocaba en el mar. Si todo pasaba, ¿qué rastro quedaba a su paso? Kitty lo supo, sin necesidad de filosofía: quedan las cicatrices. Estrías y marcas como piedras de río que se agitan, buscando la redención.

La burguesía compra su legado, creyendo distinguirse entre las gotas de agua, idénticas unas a otras. Los ricos siempre son muy jóvenes para morir. No hay exilio, sacrificio o renuncia que les corresponda. Nadie, sin embargo, sabe si hay vida eterna. Porque entonces la igualdad, humilde y llana, sería insoportable. Pues la vida, bello caos, resulta un velo pintado a través del cual intuimos la experiencia.

Kitty pensó, Kitty supo, Kitty, con la mirada perdida, se encogió de hombros. ¿Qué importaba lo que pensaban de ella? Era una tonta burguesa. Y apretó con fuerza su bolsa repleta de billetes de alta denominación: su única certeza.

¿Estaba acaso cansada de su condición? ¿De la irremediable situación de que sus amigos y seres queridos sólo tuvieran interés en ella por ser rica? ¿O acaso, era que simplemente sabía que no valía nada como para sustentarse detrás de una imagen de más de 20,000 dolares? ¿Podía comprar su felicidad? ¿Cuanto le iba a costar? ¿Aquella bolsa que tráia y seguía apretando con tanto ahínco se lo daría?

Sin titubear, subió al puente peatonal que dividía la avenida. Ella era sin duda inmortal, porque era burguesa. Si ella se tiraba de áquel puente, sus padres invertirían una gran suma para salvarle la vida. No importaría el costo. Sería un gasto más en la inmensa fortuna de sus padres.


El aire contaminado del largo pasar de autos y camiones, empañaba la visión de Kitty, pero no sus pensamientos. No sus intenciones. Ella seguía pensando, o al menos, creía que pensaba. Porque el tener dinero no está peleado con el intelecto, pensaba en sus adentros. ¿O sí? Vivir una realidad de la cuál no somos participes no nos hace ser diferentes. Simplemente, nos excluye de una comunidad. De un grupo de gente al que creemos pertenecer, pero que se trata de una apariencia. Algo efímero que acabara en cuanto te sumes en la más profunda de las miserias. Tanto del alma como del dinero.


Pero Kitty pensó y repensó. "Pero este dinero no lo gané. Fue mi padre que a su vez lo heredó de mi abuelo. Y a su vez de su bisabuelo. Y a su vez de su tatarebuelo, quien lo había ganado en el juego y en negocios ilicitos que le costó la vida a decenas de familias". Sin duda, los ricos no tenían memoria. O simplemente, a nadie le importaba como habían ganado semejante fortuna. Lo valioso era competir. Ver quien tenía más. Eso era lo que más precio tenía.


Las gotas de agua que Kitty había imaginado ya no eran tan claras. Aquel río, formado por aquellas gotas era turbio. Y las piedras del río se consensaban para sumarse en grandes rocas que chocaban furiosas agrediendolo ferozmente. Ya no era simplemente una cuestión de cicatrices. Era una cuestión de vida o muerte.


Kitty subió al barandal del puente peatonal, junto con la bolsa. Sus manos sudaban y sintió por un momento la bolsa resbalar, misma que sujeto fuertemente. Miraba el pasar de los autos y camiones, así como los gritos de algunas personas que le imploraban que no se tirara. Kitty continuaba reflexionando, armando pequeñas ideas en su cabeza a las que le llamaba genealidades. Porque para ella, asi lo eran. Estaba descifrando el más grande misterio de la condición humana. El de la indiferencia.

Kitty ya no quiso pensar. Sus conclusiones la llevaban a la acción más clara y definitiva en su vida. Sus decisiones habían desembocado en una simple frase. Sólo faltaba ejecutarla. Sólo faltaba decirle a su cuerpo que lo hiciera. Sólo faltaban unos segundos para su acto final.


Kitty giró la bolsa, descubriendo su interior. Cientos de billetes de grandes denominaciones cayeron por el puente, creando la mayor confusión en los automovilistas que presenciaban la escena. Fue hasta que uno de ellos se percató de lo que pasaba, que decidió frenar inmediatamente para contemplar el panorama y hacerse del papel moneda. Sin precaución, el auto que venía atrás, chocó intempestivamente, tal y como lo hiceron decenas más que venían en otros carriles. Hombres y mujeres salían de sus autos, sin importarles los acontecimientos en su alrededor, para hacerse de un milagro que caía del cielo.


La escena era deplorable. la gente peleaba enardecida por hacerse del dinero. Algunos discutían, mientras que otros peleaban por el botín. Otros más lloraban por no haberse hecho de nada. Mientras que los pérdidos o los distraidos tocaban neuroticamente su claxón para hacerse paso en aquel desastre.


Kitty miraba el espectáculo. De nuevo, su línea de pensamiento se reincorporó. bajó del barandal y siguió su paso hacia el otro lado de la avenida. Mientras bajaba las escaleras, pudo concluir que la condición humana es la misma, sea o no burguesa... Kitty se sentía mejor. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro nuevamente y siguió su camino a casa.

viernes, 10 de julio de 2009

Una mala racha...

La fría habitación de la casa se mantenía en las mismas condiciones, tal y como ella lo había dejado. En el piso, el hombre se mantenía inherte y con los ojos cerrados. El silencio imperaba en ese mismo instante en el que todo debía mantenerse de forma contraria.

El timbre de la puerta hizo una breve pausa al silencio inaudito para hacerse saber que alguien estaba afuera esperando ser atendido. El hombre continuaba acostado, sin moverse. El timbre fue reemplazado por toques directos y firmes a la puerta metálica que antecedia al patio central de la casa ubicada en Reforma #345.

Fuertes golpes interrumpieron la paz morturia del lugar, ahora para cederle paso a la Polícia Judicial quien había ingresado a la casa por la fuerza. El fuerte rechinido de la segunda puerta metálica, oxidada, carcomida por el tiempo y las inclemencias del clima que no habían perdonado.
Los hombres ingresaron a la sala. Un fuetre hedor a muerto se percibia en el ambiente. Uno de ellos tuvo que salir subitamente para liberar la recién ingerida "guajolota" de Doña Choñita, y acompañada por un sabroso atole de nuez.

El hombre que permanecía en la casa, avanzó cuidadosamente por la planta baja hacia la cocina. El cochambre de los muros de azulejo contrastaba con el claro marfil de los mismos. Sin duda, se tendrían que tirar los muros si alguien tuviera intenciones de cocinar nuevamente. El sujeto paso uno de sus dedos con guantes de látex sobre la superficie de la cocina. Algo que definitivamente no era cochambre, estaba regado por el piso y el fregadero. Algo hediondo que le traía recuerdos al hombre de cuando había vivido de niño cerca del metro ferrería. El olor del matadero, la sangre y las viceras que en época de calor expedía el más desagradable olor que jamás el pudiera concebir.

Finalmente, el otro hombre ingresó a la casa con un trapo humedo en el rostro. Jadeaba y sentía un inmenso vacío en su estómago. Volvía a tener hambre.

- ¡Jímenez! exclamó el hambriento. - De aquí a las gorditas de la nueve ¿no?.

Su compañero seguía examinando el lugar. Ahora, revisaba un cuchillo de cocina con costras de sangre. O al menos eso parecía.

A pesar del escándalo, el hombre de la planta alta de la casa, seguía en la fría habitación, tal y como ella lo había dejado. Cualquiera en su sano juicio hubiera bajado para ver de que trataba todo esto. En cambio el hombre seguía en el piso, con los ojos cerrados.

Los dos hombres salieron de la cocina, siguiendo las manchas de sangre que se extendían y dejaban rastros en dirección a la planta alta.

- Jímenez. Volvió a interrumpir el compa. - Si quieres, te espero afuera güey. La neta que tengo un chingo de hambre. Chillaba el judicial.

El otro se detuvo antes de subir las escaleras. - ¡Callate cabrón! Espera nomás tantito. ¿Qué no le puedes decir a tu estúpida panza que se aguante?

- ¡Carajo! ¿Qué no viste que saqué todo el desayuno? Este lugar huele a muerto. A todo esto, ¿Cómo dimos aquí?

- Alguien hizo una llamada anónima. Dijeron que la cuadra apestaba espantoso. Como algo que se estaba pudriendo.

- ¡Chinga! Grito el hombre. - ¿Y desde cuando los vecinos saben de homicidios? ¿Qué tal si es un pinche perro muerto? ¿Por qué no llamaron a los bomberos?

- Porque lo bomberos no vienen a hacer este tipo de trabajos. Contestó el sujeto, examinando algunas manchas de sangre en el cubo de luz de las escaleras.

- Desde aquí, tomaron a la víctima. La arrastraron desde la cocina. Parece que aún estaba viva y como aún oponía resistencia, la golpearon varias veces contra los muros de la escalera. Aquí, en este descanso, fue que depositaron el cuerpo. Aquí está la mancha más grande. Se adelantó Jimenez.

El compañero parecía algo inquietito. - No manches, güey como alguien pudo levantar a un ser humano a esa altura y golpearlo. Pero si ya habían usado el cuchillo, ¿por qué no se esperaron a que se desangrara?

Jimenez estaba agachado examinando otras manchas. Estas eran blancas, tiesas y duras. Tal cual costras de gel o de pasta de dientes en el lavabo. - El cuchillo no fue usado por el victimario. Fue usado por la víctima, para defenderse. Comentó el judi.

- ¡Ah Chinga Chinga! ¡Calmate Miami Vice! ¿A poco tan chingón? gritaba el compañero de Jimenez con cierta risilla nerviosa.

Jimenez siguió subiendo las escaleras, mientras sacaba su arma. El compa comenzó a asustarse en verdad. Sentía como su vejiga le hacia malas jugadas. Ante la conmoción, optó por hacer lo mismo, sacando su calibre cuarenta y cinco.

La planta alta olía aún peor. El compa de Jimenez, babeaba el trapo que traía debido a que ya estaba totalmente seco. De una de las bolsas de la chamarra, sacó una pequeña anforita con aguardiente, con la que remojo el trapo.

- Espero hulea tan rico como sabe. Exclamaba en sus adentros.

Los dos hombres entraron a una de las habitaciones. Parecía ser la recámara principal. Las manchas de sangre terminaban en el muro de enfrente. Ahí estaba la mancha más grande.

- Mira, después de que la arrastraron, la remataron dandole un madrazo en la pared. Seguramente con esto, le rompieron las vertebras y el cuello. Parece que fueron varias veces.

El compa comenzaba a jadear todavía más, mientras se daba sus "toques" con la aguardiente. No emitió comentarios de sólo imaginarse la escena.

Jimenez se acerco a la cama. Una fotografía algo vieja de una joven pareja durante su boda. El cristal del protaretrato estaba hecho pedazos. Al lado de este, algunos papeles y un acta de divorcio. Jimenez se agachó por debajo de la cama. Varias botellas de vodka estaban regadas. Algunas parcialmente llenas, otra vacias.

Jimenez tomó los papeles con cuidado y revisó cada uno de ellos. - Marcos Sanchéz. Comentó. - La Sra. Guadalupe Narvaez.

Finalmente, el compa se atrevío a afirmar. - ¿Crimen pasional? cuestionó.

- Posiblemente. o suicidio. Exclamó Jimenez. - Ven, vamos a la otra habitación.

Estaban por salir cuando algo estremeció a Jimenez. El hombre dio vuelta y volvió al cuarto. Trozos de carne estaban acumulados en una esquina, junto al closet. El hedor era demasiado fuerte para acercarse más. El estado de putrefacción era considerable y aquel montículo de viceras se encontraba ya con larvas de moscas y otros insectos rastreros, como cucarachas.

El hombre seguía tendido en la habitación contigua. Sin moverse y con los ojos cerrados. Parecía estar esperando a ser descubierto. Ella aún no regresaba, pero no tardaría en hacerlo. Más o menos a esa hora volvía para estar con él.

Los hombres salieron verdaderamente asqueados de la habitación. Descansaron un momento en el descanso de las escaleras, mientras se reponían del olor. El compa jadeaba del espanto y se sentía apunto del desmayo. La panzota del hombre, producto de las chelas domingueras y las guajolotas semanales, no estaba contribuyendo en nada a mantenerlo en pie. El hombre se veía aún todavia más prieto de lo que era... Incluso, podía verse hasta morado.

- Jimenez. Vamos a pedir refuerzos Güey. Esto no me está gustando nada. Parece película de terror. No manches, ya me dio frío.

Jimenez también comenzaban a temblarle las piernas. Esperaba con ansia que aquello que imaginaba, fuere precisamene eso, un objeto de su imaginación.

Pasearon por los otros cuartos, sin encontrar nada irregular o extraño. Todo se encontraba polvoso, pero en total y absoluto orden. No parecía haber indicios de que alguien hubiera estado por aquellas habitaciones en varias semanas. Sólo queda una habitación por revisar.

Finalmente, entraron a la segunda y última recámara de la planta alta. El apestoso olor a carne podrida y en estado de descomposición provenía de ahí. El constante zumbido de moscas y otros insectos hacia eco en aquel lugar.

Jimenez entró apuntando el arma hacia lo que parecia ser un cadaver, seguido muy de lejos, por su compa. El homre también traía el arma desenfundada.

Aquel hombre, si se le podía llamar a lo que quedaba de él, estaba tendido en el piso, inherte y con los ojos cerrados. Tal y como ella lo había dejado. Las piernas habían desaparecido y aparentemente habían sido arrancadas del cadáver. Algunos trozos y huesos estaban desperdigados por todo el piso.

El panorama era sumamente desagradable y vomitivo. Jimenez comenzó a examinar el lugar. El compa permanecía como en estado de aletargamiento, sin poderse mover ni un ápice. En eso estaban, cuando ella estaba regresando por lo que dejó...

Entró por la puerta principal como solía hacerlo, en dirección a la planta alta. Ella se detuvo por un momento, percibiendo que había alguien más arriba. Sin perder el tiempo, buscó una ruta alterna.

Los hombres no se percataron de su presencia. Ella trepó por la pared del cuarto sin hacer más ruido, hasta llegar al techo. Ella era rápida, pero imperceptible. Por varios minutos, se mantuvo en el techo, observando a los dos hombres que trataban de entender que es lo que había pasado en aquel cuarto, y en la casa en general.

- Bueno. ¿Cuál es su teoría mi compa? Preguntó Jimenez al gordito.

- Pos... pos... Yo creo que este güey se puso hasta las chanclas por el divorcio de su esposa. Ella entró, y lo mató con el cuchillo de la cocina. El pobre hombre se arrastró por la casa, hasta llegar a este cuarto. Aquí murió. La mujer se fue de la casa, y el cuerpo se quedó aquí a merced de cuanta alimaña saliera. Hasta que se lo fueron comiendo poco a poco...

Jimenez estaba meditando lo que su obeso amigo le comentaba. De vez en cuando, hacia pasar sus dedos sobre su barbilla en señal de aprobación.

No paso mucho para que el un extraño zumbido se escuchara en la habitación. Era una especie de aleteo, pero extremadamente fuerte. Los dos hombres miraron hacia el techo, mientras que la impresionante criatura bajaba volando para posarse en el cadaver y seguir su ingesta. Una gigantesca cucaracha de color marrón y mandíbulas babeantes estaba enfrente de áquellos hombres, ingiriendo al cadáver de forma repulsiva.

Los hombre no perdieron tiempo y arremetieron a quemarropa a la criatura, quien comenzó a recibir los impactos de bala en todo el cuerpo. Las alas quedaron inmediatamente agujereadas, imposibilitandola a volar. Una de la patas se quebró en el tiroteo y salio volando por la habitación, quedando clavada en la pared por los inmensos y filosos espolones del insecto.

Aquella criatura parecía jadear de dolor a medida que iba recibiendo más y más balazos. Los hombres no mediaron en las balas. Seguían jalando del gatillo de sus cuarenta y cinco semi automáticas. Finalmente, el ser dimitió, cayendo su cuerpo sin patas, y sin signos de vida sobre el cadaver; El plato fuerte del día de hoy.

- ¡No, no frieges Jimenez! ¿Qué le dieron a esta madre para que creciera así? ¡Malditos esteroides!

- ¡Yo creo que fueron las gorditas de la nueve! Exclamó adrenalinico y sumamente exhaltado Jimenez.

- ¡Si, pero esta madre se las comió con todo y delantal. Ya ni la chifla! Resolvió el compa.

- ¿Y qué? ¿Después de esto, tienes hambre? Inquirió Jimenez.

El compa seguía viendo aquel ser inherte, de forma grotesca y asqueado.

- No pus no. Yo creo que a dieta de aquí al domingo. Replicó.

Los dos hombres regresaron a la patrulla para pedir a la SEMEFO por un carro. Sin mencionar palabra, Jimenez condució de regreso al Ministerio Público.

lunes, 6 de julio de 2009

Agradecimiento

Quiero agradecer a Miranda Hooker, quien es toda una personalidad en esto de los relatos, el haber accedido a este humilde espacio. Ella colabora actualmente en muchos otros blogs entres ellos el Korova Milkbar y en su propio blog. Y en su otro sabor.

Espero contar con su contribución mucho tiempo a la semana!!

Un abrazo.

domingo, 5 de julio de 2009

De colada

Acepto la invitación y me cuelo en este espacio.
Les cuento que hoy jugué beisbol, comí cinco tacos de canasta y un hot dog, y presencié cómo se relaciona con el mundo una niña de 3 años, con ceguera y edad mental de un bebé recién nacido.
¿Quién decide qué merece ser contado? No sé. Recuento, pero me reservo unos espacios para el silencio.

sábado, 4 de julio de 2009

Ahora con Música!!

Le agregamos música a este Blog. Espero sea de su agrado n_n! La idea es poder relajarse y leer lo que en este espacio se escribirá. También, me encuentro invitando colaboradores. Espero sea posible hacerlo pronto.

Un abrazo!!

lunes, 2 de marzo de 2009

¿Por qué el nombrecito?

Bueno... En realidad, hubieron muchos otros nombres primero:

El rincón de los relatos
Relatando relatos
El callejón de las ideas
La vida de un relato
La existencia de un relato

Pero la verdad... La primera opción ya estaba ocupada... Las demás, de plano no me gustaron. Así que le pusimos a este espacio: La Profecía de las Ideas...

Una profecía es, según la definición de la Real Academia de la Lengua Española: Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras. También, se dice que es: Predicción hecha en virtud de don sobrenatural.

Una idea es: Plan y disposición que se ordena en la fantasía para la formación de una obra. También es: Ingenio para disponer, inventar y trazar una cosa.

Luego entonces... Se trata del Don sobrenatural para ver a futuro como las grandes ideas pueden disponerse y ordenarse en la fantasía para forma una obra...

Bonito principio.

El objetivo es que este espacio sirva para invitar a todos los jovenes escritores, ávidos de darse a conocer o simplemente de escribir. En este humilde espacio. Así que las convocatorias están abiertas.

Ideas + Corazón = Obras Literarias

Un rincón para escupir todo lo que la mente trae y que merece ser contado.