jueves, 24 de diciembre de 2009

Las Tres Joyas...

¿Cuál es el valor que alguien puede darle a algo? Es acaso ese valor, proporcional al verdadero costo de algo? Esta historia pretende mirar dentro de lo que vale el alma y el amor… ¿Costarán acaso?

Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo minero, un poderoso comerciante arribó. Su intención era la de conseguir la más hermosa joya que nunca antes ser humano huiera admirado jamás.

Preguntando, los aldeanos hicieron mención del mejor joyero del pueblo. Aquel hombre era capaz de hacer de piedras preciosas, maravillosas expresiones de arte geologicas. Rubíes, Topacios, Diamantes, todos con impurezas y en deterioro, habían sido convertidos en dijes, gragantillas, o hermosos collares jamás vistos antes.

Aquel comerciante quedó impresionado, maravillado ante tal noticia. Estaba decidido a comprarle toda la tienda y doblarle el precio cuando llegará a la ciudad más próxima. Sería millonario, mucho más rico de lo que el hombre podía imaginar.

Después de mucho buscar y preguntar llegó hasta la pequeña casa del joyero. La apariencia de la casa distaba mucho de ser la de un hombre adinerado. Un pequeño y sencillo portón de madera en conjunto con una barda de tablas de madera labrados, delimitaba el pequeño jardín que rodeaba la casa de madera. El techo de paja, daba un lindo toque rústico a la casita.

Sin pensarlo mucho, el comerciante atravezó el portón y toco a la puerta. No pasó mucho tiempo para que un gracioso viejecillo abriera la puerta. Podía ser verdad que este hombrecillo fuera capaz de semejante obras de arte? Sin pensarlo mucho, el comerciante se presentó. Estaba dispuesto a ver tan maravillosas obras y pagar lo que fuera necesario.

El viejecillo sólo le limitaba a mirar. Después de escuchar hablar al comerciante, lo invito a un cuarto de la casa. Mientras caminaban a aquel lugar, el comerciante no podía entender como alguien tan exquisito en su arte manual, viviera tan sencillo.

Llegaron al lugar y de un pequeño bureau, el hombre extrajo una cajita de madera maltrecha.

-“Estos han sido mis últimso trabajos…” . Exclamó el viejecillo.

El comerciante estaba confundido.

-“No entiendo? ¿Dónde está todo su trabajo?”. Preguntó el comerciante.

El viejecillo sólo sonrió, al mismo tiempo que abría la pequeña caja. En ella se encontraban 3 joyas. Eran preciosas!!! Perfectas, finas y sumamente delicadas. Su tamaño era impresionante. Una era de color rojo. La otra de color verde y la de enmedio, y por cierto la más hermosa de todas, no tenía color.

El hombre quedó maravillado. Imaginaba cortar todas esas piedras en pequeños pedacitos para crear joyas tan variadas. Imaginaba pulseras, dijes, cadenas, anillos, en fin. Se imaginaba más rico. Sin dudarlo más el hombre preguntó lo precios.

El viejecillo sonrío…

-“La joya verde es una esmeralda. Es la más grande que existe. Su costo es de $15,000,000”. Exclamó el joyero.

-“La joya roja es un zafiro. Esta piedra me llegó desde tierras lejanas del sur. Su costo de $35,000,000”. Prosiguió el viejecillo.

-“Y la joya blanca… no tiene precio!”.

El comerciante se quedó atónito… “No tiene precio?”. Pensó el comerciante.

El viejecillo esperó la expresión para proseguir…

“Esta joya es invaluable… No existe dinero suficiente para poderla comprar”. – El hombrecillo concluyó.

Después de escuchar los precios, el comerciante comenzó a elucubrar la manera de poder pagar semejantes cantidades. La riqueza del comerciante ascendía a casi $200,000,000. Podía comprar sin problema las tres joyas. Después de pensarlo mucho… decidió hacer las ofertas…

“Muy bien joyero, considerando los precios te puedo hacer la siguiente oferta. Por la joya verde y la roja me estás pidiendo $50,000,000. Estoy a dispuesto a llevarme las dos joyas en este momento. Estoy dispuesto a ofrecerte $45,000,000 por ambas. ¿Qué opinas?”. Exclamó con astucia el joyero.

El joyero, después de pensarlo… aceptó.

El comerciante estaba sorprendido… “Pero que estúpido!!! Ni siquiera es capaz de negociar!!! Esto va a ser mucho más fácil de lo que esperaba”. Pensó.

“Muy bien. Y digamos te doy $20,000,000 con la joya blanca?”. Volvió a preguntar el comerciante.

El joyero sólo movio la cabeza. “Le dije que la joya blanca no tiene precio. Ya hicimos un trato y creo que ha quedado cerrado. Usted se lleva sus joyas y usted me da el dinero acordado.” Dijo el joyero.

El comerciante con mirada astuta se atrevió a continuar. “Mi señor, no hay nada en este mundo que no tenga precio. He viajado alrededor del mundo. He conocido tanta gente, y hasta la gente tiene su precio!! No ha habido nada que no haya podido comprar!!!”. El comerciante sonrió.

El joyero sólo se limitó a decir. “Creo que esta experiencia le servirá. Por primera vez en su vida, está viendo algo que no puede comprar ni con todo su dinero”. El joyero concluyó.

La avaricia del joyero así como su orgullo no le permitían dar marcha atrás… “ Veo que usted es un verdadero hombre de negocios… Muy bien, digamos le ofrezco $80,000,000 por la joya blanca… y además me llevo las otras dos por $40,000,000. Le aconsejo tome esta oferta, ya que es la última que le puedo hacer”. El comerciante exclamó con prepotencia.

El joyero sólo volvió a negar con la cabeza.

“Qué???!!! No es posible!!! Vea en que condiciones vive usted. Es usted se ve pobre, y se ve a leguas, que por su misma condición, es infeliz.”. El comerciante continuó. “Imaginese con tal cantidad de dinero. Usted viviría en la plenitud de su vejez. Podría viajar, conocer, ser un hombre de mundo como yo. ¿Qué opina?”. Exclamó el comerciante.

El joyero, sólo volvió a negar con la cabeza. “¿Quién le dice que no soy felíz?”. El joyero preguntó.

El comerciante estaba furioso. Había hecho uso de sus mejores tretas y “frases” para convencerlo. Sin embargo, el comerciante no estaba dispuesto a demitir. Así que el comerciante dio su última oferta… “De acuerdo, ya no deseo la joya verde y la roja… Le ofrezco toda mi fortuna $200,000,000 por su joya blanca…”.

El joyero, volvió a sonreír… “Lo siento, le dije que esa joya no está en venta… Puede llevarse la joya verde y la roja, pero la blanca no”.

La charla se complicaba, mientras que alguien tocó a la puerta… El joyero, en ademán de disculpa, se retiro del cuarto para atender la puerta. El comerciante estaba fúrico. No podía creer lo que estaba pasando. Furioso y ciego de avaricia, sacó un papel, una pluma y comenzó a escribir. En la carta, el comerciante cedía todos los derechos al joyero sobre sus propiedades, dinero, en fin todo lo que el comerciante tenía… Si el comerciante estaba en lo correcto, la Joya era tan invaluable que recuperaría su dinero en poco tiempo. Al finalizar, la firma del documento, dejó los $200,000,000 y la carta junto a la cajita de madera sin la joya blanca. El comerciante se retiró por la puerta de atrás…

El comerciante muy contento llegó al poblado más próximo. En actitud prepotente fue hasta una joyería. Estaba seguro que con la joya, podría ofrecerle una infinita gama de posibilidades al joyero, quien parecía tener muchisisimo dinero. Al llegar al local, el comerciante en tomo afable y tranquilose limito a mostrar la piedra de inmediato.

“Buenas Tardes amable señor… Vengo a ofrecerle un negocio que hará que se retire joven y además rico. Le vengo a traer el negocio de su vida. Una piedra exquisita traída de las mismas Indias. De las minas del legendario rey Salomón, de la tumba de los faraones, de…”

El joyero, sorprendido interrumpió y pidió la piedra por un momento…

El comerciante continuó… “De la tumba del mismo Julio César, del templo de Zeús, de los jardines colgantes de Babi…”

El joyero, incrédulo interrumpió… .-“Del fondo de una botella…!”.

El comerciante se quedó atónito. “Perdón?”. Preguntó.

El joyero sonrió con sarcasmo… “Si mi Señor… Del fondo de una botella. Esto no es más que una cuenta de vidrio…”.- Concluyó con Ironía.

El comerciante sólo pudo tragar saliva. Había sido estafado… No lo podía creer. Había dado todo su dinero, todo lo que había conseguido con el sudor del de enfrente… no de su frente, ya que era muy pillo. Y ahora era más pobre que el mendigo que hacía algunos momentos fuera de la joyería, le había pedido unos mendrugos de pan.

Pero… aquel hombre le había dicho que la piedra era invaluable… que no tenía valor… Debía ser un diamante o una joya exótica… Debía ser algo tan maravilloso como para no tener un precio. Todo esto se cuestionó el comerciante mientras era llevado a la corte por estafa, y muy seguramente a prisión.

De vuelta en el pueblo, el viejecillo pudo reclamar el dinero. Con él, remodeló muy sencillamente su casita. Había goteras, y a veces el viento helado de invierno se filtraba por entre las grietas de las viejas tablas de madera. También y ocasionalemente, organizaba fiestas para el pueblo en señal de gratitud por la ayuda incondicional que durante sus tiempos dificiles había vivido. Las propiedades las vendió y ese dinero, una puerta la donó. El resto lo llevó a las minas para pedir algo sumamente especial.

De las minas, pidió una hermosa tabla de mármol que el mismo dió forma, al mismo tiempo que incrustaba pequeñas piedritas de de amatista y topacio. Cernidas alrededor de dos bellas gemas, un zafiro y una esmeralda… mismas que el comerciante se había negado a comprar. De la lápida, la palabra Lisa brillaba en tonos brillantes y coloridos por las incrustaciones. Era hermoso.

Pidió a algunos mineros y escultores llevarlo hasta la colina, donde una pequeña cruz de madera yacía. Ahí la colocaron. Y ahí el viejito se quedó rezando y platicando… Los mineros y escultores se retiraron dejando absorto al anciano en sus pensamientos.

“Lisa… Mi bella esposa. Sabes que el tiempo para mí ha sido eterno. Aún sigo esperando el momento de estar a tu lado. De poder volverte a abrazar. De sentir tu prescencia en mi cuerpo, así como el día en que nos casamos. Aún lo recuerdo. Eramos tan pobres, pero aún así cuanto deseaba que tuvieras la más hermosa joya del mundo colgada de tu pecho. Una joya que pudiera mostrar la belleza que emanaba tu ser… Así que esa noche, mientras cenabamos, rompiste aquella botella de vino que corto ligeramente tu mano, dandole un todo rojizo al cristal. Ahí ví plasmada tu figura. Un hermosa joya con sangre viva y que daba tanta vida a todo el que la admiraba. Mientras dormías, tomé aquel trozo de la botella y con especial cuidado, la tallé, la fundí, la esmerilé y cree lo que se convirtiría en mi don especial, secreto, el de poder dar vida a una piedra. Que lástima que ya nunca despertaste para verlo…

Durante todo este tiempo, me dediqué a guardar y a trabajar cada una de las piedras que puedes ver. Cada una representa cada instante, cada momento que viví a tu lado y que no tiene precio para mi. Un brillante y hermoso momento que sirvió de mi guía a mi inspiración. La joya más valiosa que sólo Dios pudo haber labrado fuiste tu. Te amo”

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