martes, 29 de junio de 2010

¿Cómo vamos?

Hola,

Hasta la fecha llevamos cuatro capítulos publicados en este nuevo proyecto. El "Librog" de "La Profecia de las ideas" Me gustaría saber a la fecha que les ha parecido y que les gustaría que cambiariamos de la historia. El giro que dará en los próximos episodios será espectacular, así que mantenganse cerca. Para nosotros es muy importante saber sus puntos de vista, así que cualquier comentario es bien recibido.

Gracias a todos los que apoyan este proyecto.

D.P.

viernes, 25 de junio de 2010

CAPITULO IV. LA UNICA VERDAD.

"Soy el recuento de una vida miserable. Mi existencia se ha tornado en un mero y simple efecto fisiológico que mi cuerpo dicta. Todos los días, respiro. Todos los días mi mente clama por darle fin a todo, pero aun con esos deseos, mi corazón se niega a claudicar. ¿Que es lo que me detiene? Soy verdaderamente yo, ¿el dueño de mi destino? Acaso, tal y como lo hago, ¿alguien mas escribe en papel mi vida? ¿Somos marionetas de otros? Si toda la gente que ha muerto, que ha perdido la vida en mis palabras, hubiera sabido lo que les deparaba... Estarían angustiados. Esperarían con gran temor el día fatídico en el que mi mano comenzara a delinear sentencias de muerte hacia ellos.

¿Por que tengo esto? ¿Por que el dueño de mi destino no ha decidido darme fin? ¿Por que la triste espera? ¿Que me falta hacer? ¿Debo cumplir mi triste cuota de fatalidades para terminar? ¿Y después? ¿Estaré condenado al infierno? Pero, eso seria injusto. Yo nunca lo pedí. Este don es una maldición. No lo quiero, no lo quiero..."

Un grito interrumpió la meditación. - ¡Devon, con una fregada! Tus comensales están esperando ya en la mesa y quieren ordenar. Si quieres preservar tu empleo, te sugiero que muevas tu lento trasero y les tomes la orden. Es la última vez que lo digo.

Isaías despertó de su letargo. Se encontraba trabajando en un restaurante como mesero. La paga era miserable y el trabajo arduo, pero por lo menos, era suficiente para comer, para contar con un techo y algo de ropa. Sin decir más, Isaías se levanto de la silla en la que se encontraba en la cocina del restaurante. El lugar era grande, pero modesto. La cocina estaba bien organizada y más de sietes chefs se encontraban trabajando en ella. El vaho de los platillos calientes aumentaba la temperatura del lugar. Isaías sentía mucho calor. El mono de su traje de mesero lo hacia estrangular. Pero al mismo tiempo, deseaba que aquel mono pudiera darle fin, dejándolo lentamente sin aire. Poco a poco se encamino hacia el exterior para llegar a las mesas. Miraba los rostros de la gente. Despreocupados, nada abatidos. Desconocidos de su destino. Viviendo el presente. Disfrutando el momento. Como añoraba tener ese regalo. Vivir su presente, sin pensar en el futuro. Había vivido tanto tiempo pensando en el que ya no tenia tiempo para disfrutar el ahora. No cabe duda que sentía que su vida apestaba.

- Y una cosa más. Exclamo el gerente del restaurante. - Quiero que cuando tomes las comandas las hagas simples. No quiero tonterías como las que sueles escribir. Ni tampoco quiero que les preguntes a nuestros comensales sus nombres. ¿No ves que los asustas?

- Pero Señor, con ello puedo hacerles llegar más rápido sus platos. Replico Isaías.

El gerente lo miro como idiota. - No seas imbécil Devon. El escribir frases como "Al Señor Fulano le serviré rápido su consomé" no hará que eso se apresure. Compórtate como un ser humano y ya veremos el resto. ¿De acuerdo?

- Si Señor Gerente. Como usted diga.
En realidad, Isaías solía tomar ventaja de su "maldición" para "profetizar" la entrega pronta de los platillos de sus comensales. Eso le había generado buenas propinas y la lealtad de varios clientes que pedían ser atendidos por aquel mesero. Pero al mismo tiempo, había hecho brotar la envidia de sus otros compañeros quienes no podían comprender como alguien tan poca cosa podía ser tan convincente con los chefs. Lo mas extraño es que hasta ellos lo desconocían. En un abrir y cerrar de ojos, habían terminado los platillos incluso antes de que llegara la orden y por encima de muchas comandas mas.

Isaías salio como alma que lleva el diablo hasta sus mesas. Con su característica risa fingida ofreció disculpas. - Perdonen la tardanza. Estoy a sus órdenes.

Isaías miro a los comensales. Una gigantesca señora de aspecto cetaceo lo observaba de forma despectiva. Le acompañaba, un "ballenato" quien por sus proporciones y herencia genética, se podría asumir que era su hijo. Y un señor de aspecto amable, pero sumamente demacrado. El hombre parecía hacer las veces del padre. Era como si aquella mujer hubiera succionado la humanidad de su marido, pues estaba hasta los mismos huesos.

La mujer miro por largo tiempo a Isaías sin enunciar palabra. Sus pestañas postizas colgaban de los ojos sobrepintados de la mujer sin siquiera parpadear, tal vez ante el temor de caer por semejante peso. Se mantenían fijos. Estaba hilando ideas, seguramente. Pero, ¿que bueno podría salir de aquel ser? La cetacea mujer abrió la boca, mostrando la sequedad de sus labios pintarrajeados con un rojo carmesí que por el abuso, le había dejado grumos en los bordes de la boca que daban asco.

- ¿Sabe cuanto tiempo estamos esperando? Cuestiono con una voz chillona y molesta.

- Perdone Señora no volverá a suceder. Si me lo permite, me presentare. Mi nombre es Isaías Devon, y yo seré su mesero.

- Y a mí que me importa quien seas. No me interesa si te llamas Carlos, Pedro o Lourdes. Lo único que quiero es que tomes mi maldita orden y me traigas de comer. ¿Lo entiendes?

- Si Señora, de inmediato. Que le puedo servir.

La toma de la orden dilato por varios minutos. Era como si le estuvieran dictando a Isaías todos los platillos del menú. Isaías escribía lo más rápido que podía, mientras detallaba las especificaciones que aquella mujer le dictaba respecto a lo que le gustaba y le desagradaba. - " Sin lechuga, sin crema, sin tomate, sin pasas" Isaías pidió una pausa. Estaba exhausto.

- ¿Por que tardas tanto? ¿Que tanto escribes? Inquirió el hijo de aquel gigantesco mamífero. - ¿escribes toda una oración por platillo? ¡¡Mama!! Grito el crío. - ¡¡¡Ya tengo hambre!!!

- Ya mi querubín. Replico la mujer. - Mama ha terminado. La mujer miro al marido. - ¿Y tu que? ¿Vas a pedir algo o no?

El hombre volteo a ver a su esposa con gran temor. - Yo... Yo solo los veo querida. Sonrío con desgano.

- Bueno, luego no te quejes de que tienes hambre. Y bien, ¿que esperas para ir a traernos nuestros platillos?
Isaías había concluido la comanda. - Sus platillos se están preparando Señora. Solo será cuestión de ir por ellos.

La mujer se mostró incrédula ante semejante aseveración. - Espero que así sea, o de mi cuenta corre que será la última vez que sirvas en este lugar. Gritoneo la mujer.

Sus gritos y quejas dieron lugar a que los demás voltearan para ver lo que ocurría. Tanto los comensales como los otros meseros, quienes les daba gusto que su compañero se encontrara en semejante situación. Todos, excepto una linda chica que se encontraba al fondo, recogiendo platos de una mesa. Ella se torno preocupada por la situación.

Isaías dejo la mesa entre gritos e injurias profesadas por la mujer quien se sentía engañada por la aseveración de Isaías. - ¿Por quien me toma? Inquirió furiosa. - ¿Por una estúpida?

Isaías se dirigió con prisa hacia la cocina, donde lo que había dicho, se estaba cumpliendo. Por lo menos cuatro chefs trabajaban a marchas forzadas para terminar los platillos de su mesa con las especificaciones que la mujer había dado. El joven tomo su charola y uno a uno, fue tomando los platos para llevarlos a la mesa de la "mujer"

Solo pasaron algunos minutos. La "cetácea" madre y su repollo de varios kilos contemplaban incrédulos como el joven efectivamente colocaba los platos para su beneplácito.

- ¡No lo puedo creer! Volvió a gemir. - Como lo hiciste?

Isaías sonrío con autentico gusto. - Servicio al cliente mi Señora.

La mujer examino uno a uno los platillos para comprobar que habían sido elaborados de acuerdo su solicitud. Mientras se llevaba el escrutinio, el gerente se acerco.

- ¿Todo bien Señora? Inquirió el hombre.

Isaías se mantenía atento a cualquier comentario. La Señora seguía examinando los platillos. - No, todo esta perfecto. Permítame felicitar a su mesero. En verdad me ha dejado sorprendida. Cuando me dijo que los platillos se estaban preparando mientras me tomaba la orden no le creí, pero imagino que han de tener algún tipo de avanzado sistema para que se vayan elaborando los platillos mientras se ordenan.

El gerente comenzó a mostrarse presuntuoso. - Si, por supuesto. Nuestros meseros tienen forma de informar a nuestros chefs de lo que ordenan nuestros comensales en el instante mismo que lo piden.

- Pues permítame felicitarlos. Hare una recomendación en el periódico para el que trabajo.

- ¿Periódico? Inquirió el gerente.

- Si, soy critica culinaria. Trabajo para el "Heraldo de Praga"

El gerente tragaba saliva con dificultad. No podía creer lo que escuchaba. - Para el "Heraldo de Praga" pero si es el periódico de mayor circulación en la ciudad.

- Le agradezco mucho el cumplido. Exclamo nervioso.

La mujer quito la mirada del gerente en un afán de "agradecerle" su atención. - Isaías, ven por favor.

Isaías se acerco mucho mas sereno hacia la mujer que ya no veía tan "cetácea". - Toma, esto es para ti. Aunque la comida sigue siendo malísima, el servicio es extraordinario. Quiero darte una propina digna. Isaías acepto el dinero con autentica humildad.

- Muchas gracias Señora. Agradezco el cumplido. Replico.

La mujer asintió con la cabeza. Tanto el gerente como Isaías se retiraron de la mesa encaminándose a la cocina. Dentro de ella, los chefs miraban curiosos el desenlace de semejante crisis. Isaías fue el primero en entrar, mientras que el gerente se percataba de cerrar las puertas de la cocina detrás de si. Con ímpetu, el gerente se abalanzo sobre Isaías, azotándolo contra uno de los anaqueles, ante la sorpresa de todos.
- ahora si. ¿Me vas decir como diablos lo haces?

- ¿Hacer que?

- Como que, ¿que? Pedir los platos mientras tomas la orden. ¿Como lo haces? Tienes alguna especie de pacto con los chefs?

- No Señor, ninguno. Puede preguntarles.

Todos los chefs negaron con la cabeza. Uno de ellos injuriaba. - ¡Ni me cae bien! Grito.

- ¿Lo ve?

- Algún día sabre tu secreto Devon. Y cuando eso ocurra, ya no valdrás nada para este lugar y te podré correr. ¿Ha quedado claro?

- Si Señor.

El gerente soltó la solapa del chaleco de Isaías que había sujetado fuertemente durante el forcejeo. Sin decir mas, salio furioso de la cocina. Los meseros que estaban en la cocina miraban con odio a Isaías. Los chefs con miedo.

Isaías acomodo su chaleco de nueva cuenta. La solapa había quedado sumamente arrugada.

Alguien se aproximo a Isaías con un chaleco planchado. El joven miro a una linda chica. Era la misma hermosa joven que recogía los platos de la mesas. Una bella pelirroja de curiosas pequitas en las mejillas y ojos de un profundo verde esmeralda.

- Toma Isaías. Es para ti. Dijo totalmente roja la chica. Quien fácilmente podía camuflajearse con cualquier bulto de tomates.

- Gracias Jime. Exclamo Isaías.

- No les hagas caso. Solo te tienen envidia. Si, mucha envidia. Si.

La chica parecía repetir una y otra vez su parlamento. Sin lugar a dudas no era muy brillante.

- Gracias Jime. Créeme que los ignoro. Solo me tienen envidia. Y aun más si una chica tan linda como tú viene en mi auxilio.

Jimena volvió a sonrojarse aun más. Parecía que rojo de su rostro no tenia limite. Su linda sonrisa lo contrastaba divinamente.

- Tú eres bueno Isaías. Eres una buena persona.

- Gracias Jime. Tú también lo eres. Eres un maravilloso ser humano. Y gracias por el chaleco.

- De nada Isaías. ¿Y sabes? Espero que ganes mucho dinero. Para que les de aun mas envidia a todos.

- Jajaja. Cuando eso ocurra, te prometo que te invitare a cenar.

Los ojos de la chica se iluminaron. Era como si le hubieran dicho que su vida estaba por cambiar.

- ¿En serio Isaías? ¿Harías eso por mí?

- Claro Jime, en realidad no me cuesta nada hacerlo por una amiga.

Sus ojitos verdes se envidriaron. - Oh, si. Tú amiga. ¡Ja! Esa soy yo, ¿verdad?

- Si claro. Eres mi amiga. Bueno, tengo que regresar a trabajar para juntar el dinero de la cena. Nos vemos luego.

- oh, si. Claro, ve. Tienes que trabajar.

Isaías salio de la cocina con nuevos brios. Pensó que tal vez su don no era tan malo. Que incluso, podría sacarle cierta ventaja para ayudar a los demás. Se sentía mejor. Aun más, después de haber salido de aquel sanatorio mental. Ya no quiera pensar en el pasado. Ansiaba por hacer algo diferente. Cambiar realmente su vida.

Esa noche, después de la fastuosa felicitación del dueño del lugar por su gran desempeño, Isaías salio rumbo a su casa. Esa noche, cinco de sus compañeros lo esperaban a unas cuantas cuadras de la zona de apartamentos. Entre todos, le dieron la mas espantosa paliza que el pudo imaginar.

viernes, 4 de junio de 2010

CAPITULO III. Crónica de una fuga anunciada

Sanatorio Mental Santa Lucia.

Un hombre de estatura media y profundas gafas leía el expediente. Sentados, en un cuarto semi iluminado con una pequeña rendija que hacia las veces de ventana. La mesa era metálica, así como las sillas. Todas ellas empotradas al suelo, sin posibilidad de moverlas. Isaías estaba sentado frente aquel mediano hombre que ocultaba su faz detrás de algunos papeles que, según el, contaban la historia de la vida psicológica de los hombres. En este caso, de Isaías Devon.

Un simple y poco grato saludo fue la antesala para que los dos se mantuvieran en silencio por minutos.

- Y... Cuéntame Isaías... Dijo el medico. - ¿Como nos sentimos hoy?

Isaías no pronuncio palabra.

- Seguramente son los sedantes. Comento en voz alta.

- Doc. Dijo Isaías en tono despectivo y breve.

- Si, dime Isaías. Respondió el medico con aire corporativo y profesional.  

- ¿Podría prestarme un lápiz y una hoja de papel? Me tranquiliza mucho dibujar mientras converso con la gente.

El medico se mostró ligeramente interesado en la petición de aquel hombre. -mmm..., no veo inconveniente. Dicho esto, el medico comenzó escribir sobre las hojas que le estaban sirviendo de barrera.

- ¿Puedo preguntarle que hace? Inquirió Isaías.

- OH, si claro Isaías, puedes preguntar. Estamos aquí para ayudarte. Exclamo medico luciendo una cínica y artificial sonrisa. - Estoy llenando tu expediente. Debo registrar todo.

- ¿Todo? Pregunto.

- Si, todo. Así puedo ayudarte mejor. Volvió a sonreír como comercial de dentrífico.

- Y... ¿Ya sabe que tengo? ¿Que le dicen sus hojas?

- Mi apreciable Isaías. Conjuro con estupidez. - Esto es solo para llevar un registro detallado de tu comportamiento. Con esto, haremos un análisis exhaustivo de tu padecimiento, y así, podremos saber que tienes, y con ello tratarte adecuadamente. Comento en tono mercadológico.

- No se si mi seguro cubra tanto análisis Doctor.

El medico se torno algo consternado. Sin decir nada, miro de nuevo el expediente. Y, dando giro al lápiz, comenzó a borrar. - Tienen razón, mejor platícame como te sientes.

- ¿Me va a dar mi lápiz y mi hoja, por favor?

- OH, si seguro. Aunque eso vamos a tener que cobrártelo en la cuenta del hospital. ¿Tienes alguna objeción?

- No, ninguna. Yo la pago.

- Bien, aquí tienes. Volvió a sonreír, pero un tanto menos. Parecía que el seguro también había supreso la amabilidad.

El medico tendió a Isaías la hoja y el lápiz. - Aquí tienes, tenemos media hora.

- ¿No era una hora? Inquirió Isaías.

- Eh, OH es que recordé que tengo una cita muy importante. Replico el medico.

- OK, cual es su nombre Doc?

- Mi nombre. OH si, Soy el Doctor Waltz, Matthew Waltz.

- Gracias.

Dicho esto Isaías comenzó a escribir. El medico se mostró interesado en la labor del hombre.

- ¿Que haces Isaías? ¿Te gusta dibujar?

- En realidad, escribo. No suelo dibujar mucho Doc. Soy muy malo para eso, ¿sabe?

- muy bien. ¿Y que escribes?

- Una historia.

- ¿Y de que trata?

- Es acerca de un hombre que esta cansado de estar en el mismo lugar. Así que planea su escape.

- ¿Y como lo planea?

- Bueno, aprovechando que su medico desconoce por completo el don que tiene. Le pide una hoja de papel y un lápiz.

- y luego...

- Resulta que el cautivo tiene el don de que se cumpla todo lo que el escribe. Así que redacta unas cuantas líneas.

- ¿Como cuales?

- Pues mire, la primera dice. "El doctor Matthew Waltz se vuelve un completo imbécil" lo cual ya esta ocurriendo. ¿Como se siente hoy?

- Bastante bien Isaías. Muchas gracias por preguntar.

- Me da gusto Doc.

- Pues, yo te encuentro muy sano Isaías. Desconozco la razón por la que te tienen recluido aquí.

- Eso contesta mi incógnita a la siguiente sentencia, Doc. Que dice " El Dr. Matthew Waltz se percata de que Isaías esta sano"

Isaías sonreía mientras veía aquel hombre comenzar a llenar lo que parecía ser un reporte. Al final, el medico lo firmo sin titubeos.

- Aquí tienes Isaías. Respondió el medico. - Entrega este papel para que gestionen tu alta de inmediato.

Isaías agradeció el gesto. El medico se puso en pie y le abrió la puerta. - Pasa y que disfrutes tu vida.

Isaías pasó por el cuarto hasta el pabellón del nosocomio. Entrego la hoja a uno de los guardias, quien después de leerlo, lo dejo pasar. Dicho esto, leyó en voz alta la última frase de la hoja de papel.

- "El doctor Matthew Waltz deja salir a Isaías exonerado"

La tenue luz de la puerta trasera del hospital aguardaba impaciente ese prófugo que había estado añorando el momento de salir.

Ideas + Corazón = Obras Literarias

Un rincón para escupir todo lo que la mente trae y que merece ser contado.