viernes, 4 de junio de 2010

CAPITULO III. Crónica de una fuga anunciada

Sanatorio Mental Santa Lucia.

Un hombre de estatura media y profundas gafas leía el expediente. Sentados, en un cuarto semi iluminado con una pequeña rendija que hacia las veces de ventana. La mesa era metálica, así como las sillas. Todas ellas empotradas al suelo, sin posibilidad de moverlas. Isaías estaba sentado frente aquel mediano hombre que ocultaba su faz detrás de algunos papeles que, según el, contaban la historia de la vida psicológica de los hombres. En este caso, de Isaías Devon.

Un simple y poco grato saludo fue la antesala para que los dos se mantuvieran en silencio por minutos.

- Y... Cuéntame Isaías... Dijo el medico. - ¿Como nos sentimos hoy?

Isaías no pronuncio palabra.

- Seguramente son los sedantes. Comento en voz alta.

- Doc. Dijo Isaías en tono despectivo y breve.

- Si, dime Isaías. Respondió el medico con aire corporativo y profesional.  

- ¿Podría prestarme un lápiz y una hoja de papel? Me tranquiliza mucho dibujar mientras converso con la gente.

El medico se mostró ligeramente interesado en la petición de aquel hombre. -mmm..., no veo inconveniente. Dicho esto, el medico comenzó escribir sobre las hojas que le estaban sirviendo de barrera.

- ¿Puedo preguntarle que hace? Inquirió Isaías.

- OH, si claro Isaías, puedes preguntar. Estamos aquí para ayudarte. Exclamo medico luciendo una cínica y artificial sonrisa. - Estoy llenando tu expediente. Debo registrar todo.

- ¿Todo? Pregunto.

- Si, todo. Así puedo ayudarte mejor. Volvió a sonreír como comercial de dentrífico.

- Y... ¿Ya sabe que tengo? ¿Que le dicen sus hojas?

- Mi apreciable Isaías. Conjuro con estupidez. - Esto es solo para llevar un registro detallado de tu comportamiento. Con esto, haremos un análisis exhaustivo de tu padecimiento, y así, podremos saber que tienes, y con ello tratarte adecuadamente. Comento en tono mercadológico.

- No se si mi seguro cubra tanto análisis Doctor.

El medico se torno algo consternado. Sin decir nada, miro de nuevo el expediente. Y, dando giro al lápiz, comenzó a borrar. - Tienen razón, mejor platícame como te sientes.

- ¿Me va a dar mi lápiz y mi hoja, por favor?

- OH, si seguro. Aunque eso vamos a tener que cobrártelo en la cuenta del hospital. ¿Tienes alguna objeción?

- No, ninguna. Yo la pago.

- Bien, aquí tienes. Volvió a sonreír, pero un tanto menos. Parecía que el seguro también había supreso la amabilidad.

El medico tendió a Isaías la hoja y el lápiz. - Aquí tienes, tenemos media hora.

- ¿No era una hora? Inquirió Isaías.

- Eh, OH es que recordé que tengo una cita muy importante. Replico el medico.

- OK, cual es su nombre Doc?

- Mi nombre. OH si, Soy el Doctor Waltz, Matthew Waltz.

- Gracias.

Dicho esto Isaías comenzó a escribir. El medico se mostró interesado en la labor del hombre.

- ¿Que haces Isaías? ¿Te gusta dibujar?

- En realidad, escribo. No suelo dibujar mucho Doc. Soy muy malo para eso, ¿sabe?

- muy bien. ¿Y que escribes?

- Una historia.

- ¿Y de que trata?

- Es acerca de un hombre que esta cansado de estar en el mismo lugar. Así que planea su escape.

- ¿Y como lo planea?

- Bueno, aprovechando que su medico desconoce por completo el don que tiene. Le pide una hoja de papel y un lápiz.

- y luego...

- Resulta que el cautivo tiene el don de que se cumpla todo lo que el escribe. Así que redacta unas cuantas líneas.

- ¿Como cuales?

- Pues mire, la primera dice. "El doctor Matthew Waltz se vuelve un completo imbécil" lo cual ya esta ocurriendo. ¿Como se siente hoy?

- Bastante bien Isaías. Muchas gracias por preguntar.

- Me da gusto Doc.

- Pues, yo te encuentro muy sano Isaías. Desconozco la razón por la que te tienen recluido aquí.

- Eso contesta mi incógnita a la siguiente sentencia, Doc. Que dice " El Dr. Matthew Waltz se percata de que Isaías esta sano"

Isaías sonreía mientras veía aquel hombre comenzar a llenar lo que parecía ser un reporte. Al final, el medico lo firmo sin titubeos.

- Aquí tienes Isaías. Respondió el medico. - Entrega este papel para que gestionen tu alta de inmediato.

Isaías agradeció el gesto. El medico se puso en pie y le abrió la puerta. - Pasa y que disfrutes tu vida.

Isaías pasó por el cuarto hasta el pabellón del nosocomio. Entrego la hoja a uno de los guardias, quien después de leerlo, lo dejo pasar. Dicho esto, leyó en voz alta la última frase de la hoja de papel.

- "El doctor Matthew Waltz deja salir a Isaías exonerado"

La tenue luz de la puerta trasera del hospital aguardaba impaciente ese prófugo que había estado añorando el momento de salir.

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