domingo, 8 de agosto de 2010

¿Y luego?

Bueno, tuvimos que detener un poco el proyecto por causas de fuerza mayor. He andado como loco terminando eXtintum: Alfa, y ando dándole forma a eXtintum: eXpiare que va viento en popa. Ahora, enfocandonos en terminar.

¡Buenas semana a todos!

viernes, 16 de julio de 2010

Seguimos... Y Seguimos...

La Profecía sigue. Tuve un pequeño problema de "Copyright" y tuve que dejar de publicar los capítulos subsecuentes por temor al plagio. Sin embargo, estamos trabajando para publicarlo. En cuanto tenga lo necesario para acreditarlo como una obra intelectual mía, ya no habrá más temor. :D

¡Gracias por su comprensión!

Estaré trabajando en terminarlo para el 2011. Y mientras tanto, y como es mi costumbre, estaré mandando actualizaciones sobre como vamos por este medio.

¡Gracias!

martes, 29 de junio de 2010

¿Cómo vamos?

Hola,

Hasta la fecha llevamos cuatro capítulos publicados en este nuevo proyecto. El "Librog" de "La Profecia de las ideas" Me gustaría saber a la fecha que les ha parecido y que les gustaría que cambiariamos de la historia. El giro que dará en los próximos episodios será espectacular, así que mantenganse cerca. Para nosotros es muy importante saber sus puntos de vista, así que cualquier comentario es bien recibido.

Gracias a todos los que apoyan este proyecto.

D.P.

viernes, 25 de junio de 2010

CAPITULO IV. LA UNICA VERDAD.

"Soy el recuento de una vida miserable. Mi existencia se ha tornado en un mero y simple efecto fisiológico que mi cuerpo dicta. Todos los días, respiro. Todos los días mi mente clama por darle fin a todo, pero aun con esos deseos, mi corazón se niega a claudicar. ¿Que es lo que me detiene? Soy verdaderamente yo, ¿el dueño de mi destino? Acaso, tal y como lo hago, ¿alguien mas escribe en papel mi vida? ¿Somos marionetas de otros? Si toda la gente que ha muerto, que ha perdido la vida en mis palabras, hubiera sabido lo que les deparaba... Estarían angustiados. Esperarían con gran temor el día fatídico en el que mi mano comenzara a delinear sentencias de muerte hacia ellos.

¿Por que tengo esto? ¿Por que el dueño de mi destino no ha decidido darme fin? ¿Por que la triste espera? ¿Que me falta hacer? ¿Debo cumplir mi triste cuota de fatalidades para terminar? ¿Y después? ¿Estaré condenado al infierno? Pero, eso seria injusto. Yo nunca lo pedí. Este don es una maldición. No lo quiero, no lo quiero..."

Un grito interrumpió la meditación. - ¡Devon, con una fregada! Tus comensales están esperando ya en la mesa y quieren ordenar. Si quieres preservar tu empleo, te sugiero que muevas tu lento trasero y les tomes la orden. Es la última vez que lo digo.

Isaías despertó de su letargo. Se encontraba trabajando en un restaurante como mesero. La paga era miserable y el trabajo arduo, pero por lo menos, era suficiente para comer, para contar con un techo y algo de ropa. Sin decir más, Isaías se levanto de la silla en la que se encontraba en la cocina del restaurante. El lugar era grande, pero modesto. La cocina estaba bien organizada y más de sietes chefs se encontraban trabajando en ella. El vaho de los platillos calientes aumentaba la temperatura del lugar. Isaías sentía mucho calor. El mono de su traje de mesero lo hacia estrangular. Pero al mismo tiempo, deseaba que aquel mono pudiera darle fin, dejándolo lentamente sin aire. Poco a poco se encamino hacia el exterior para llegar a las mesas. Miraba los rostros de la gente. Despreocupados, nada abatidos. Desconocidos de su destino. Viviendo el presente. Disfrutando el momento. Como añoraba tener ese regalo. Vivir su presente, sin pensar en el futuro. Había vivido tanto tiempo pensando en el que ya no tenia tiempo para disfrutar el ahora. No cabe duda que sentía que su vida apestaba.

- Y una cosa más. Exclamo el gerente del restaurante. - Quiero que cuando tomes las comandas las hagas simples. No quiero tonterías como las que sueles escribir. Ni tampoco quiero que les preguntes a nuestros comensales sus nombres. ¿No ves que los asustas?

- Pero Señor, con ello puedo hacerles llegar más rápido sus platos. Replico Isaías.

El gerente lo miro como idiota. - No seas imbécil Devon. El escribir frases como "Al Señor Fulano le serviré rápido su consomé" no hará que eso se apresure. Compórtate como un ser humano y ya veremos el resto. ¿De acuerdo?

- Si Señor Gerente. Como usted diga.
En realidad, Isaías solía tomar ventaja de su "maldición" para "profetizar" la entrega pronta de los platillos de sus comensales. Eso le había generado buenas propinas y la lealtad de varios clientes que pedían ser atendidos por aquel mesero. Pero al mismo tiempo, había hecho brotar la envidia de sus otros compañeros quienes no podían comprender como alguien tan poca cosa podía ser tan convincente con los chefs. Lo mas extraño es que hasta ellos lo desconocían. En un abrir y cerrar de ojos, habían terminado los platillos incluso antes de que llegara la orden y por encima de muchas comandas mas.

Isaías salio como alma que lleva el diablo hasta sus mesas. Con su característica risa fingida ofreció disculpas. - Perdonen la tardanza. Estoy a sus órdenes.

Isaías miro a los comensales. Una gigantesca señora de aspecto cetaceo lo observaba de forma despectiva. Le acompañaba, un "ballenato" quien por sus proporciones y herencia genética, se podría asumir que era su hijo. Y un señor de aspecto amable, pero sumamente demacrado. El hombre parecía hacer las veces del padre. Era como si aquella mujer hubiera succionado la humanidad de su marido, pues estaba hasta los mismos huesos.

La mujer miro por largo tiempo a Isaías sin enunciar palabra. Sus pestañas postizas colgaban de los ojos sobrepintados de la mujer sin siquiera parpadear, tal vez ante el temor de caer por semejante peso. Se mantenían fijos. Estaba hilando ideas, seguramente. Pero, ¿que bueno podría salir de aquel ser? La cetacea mujer abrió la boca, mostrando la sequedad de sus labios pintarrajeados con un rojo carmesí que por el abuso, le había dejado grumos en los bordes de la boca que daban asco.

- ¿Sabe cuanto tiempo estamos esperando? Cuestiono con una voz chillona y molesta.

- Perdone Señora no volverá a suceder. Si me lo permite, me presentare. Mi nombre es Isaías Devon, y yo seré su mesero.

- Y a mí que me importa quien seas. No me interesa si te llamas Carlos, Pedro o Lourdes. Lo único que quiero es que tomes mi maldita orden y me traigas de comer. ¿Lo entiendes?

- Si Señora, de inmediato. Que le puedo servir.

La toma de la orden dilato por varios minutos. Era como si le estuvieran dictando a Isaías todos los platillos del menú. Isaías escribía lo más rápido que podía, mientras detallaba las especificaciones que aquella mujer le dictaba respecto a lo que le gustaba y le desagradaba. - " Sin lechuga, sin crema, sin tomate, sin pasas" Isaías pidió una pausa. Estaba exhausto.

- ¿Por que tardas tanto? ¿Que tanto escribes? Inquirió el hijo de aquel gigantesco mamífero. - ¿escribes toda una oración por platillo? ¡¡Mama!! Grito el crío. - ¡¡¡Ya tengo hambre!!!

- Ya mi querubín. Replico la mujer. - Mama ha terminado. La mujer miro al marido. - ¿Y tu que? ¿Vas a pedir algo o no?

El hombre volteo a ver a su esposa con gran temor. - Yo... Yo solo los veo querida. Sonrío con desgano.

- Bueno, luego no te quejes de que tienes hambre. Y bien, ¿que esperas para ir a traernos nuestros platillos?
Isaías había concluido la comanda. - Sus platillos se están preparando Señora. Solo será cuestión de ir por ellos.

La mujer se mostró incrédula ante semejante aseveración. - Espero que así sea, o de mi cuenta corre que será la última vez que sirvas en este lugar. Gritoneo la mujer.

Sus gritos y quejas dieron lugar a que los demás voltearan para ver lo que ocurría. Tanto los comensales como los otros meseros, quienes les daba gusto que su compañero se encontrara en semejante situación. Todos, excepto una linda chica que se encontraba al fondo, recogiendo platos de una mesa. Ella se torno preocupada por la situación.

Isaías dejo la mesa entre gritos e injurias profesadas por la mujer quien se sentía engañada por la aseveración de Isaías. - ¿Por quien me toma? Inquirió furiosa. - ¿Por una estúpida?

Isaías se dirigió con prisa hacia la cocina, donde lo que había dicho, se estaba cumpliendo. Por lo menos cuatro chefs trabajaban a marchas forzadas para terminar los platillos de su mesa con las especificaciones que la mujer había dado. El joven tomo su charola y uno a uno, fue tomando los platos para llevarlos a la mesa de la "mujer"

Solo pasaron algunos minutos. La "cetácea" madre y su repollo de varios kilos contemplaban incrédulos como el joven efectivamente colocaba los platos para su beneplácito.

- ¡No lo puedo creer! Volvió a gemir. - Como lo hiciste?

Isaías sonrío con autentico gusto. - Servicio al cliente mi Señora.

La mujer examino uno a uno los platillos para comprobar que habían sido elaborados de acuerdo su solicitud. Mientras se llevaba el escrutinio, el gerente se acerco.

- ¿Todo bien Señora? Inquirió el hombre.

Isaías se mantenía atento a cualquier comentario. La Señora seguía examinando los platillos. - No, todo esta perfecto. Permítame felicitar a su mesero. En verdad me ha dejado sorprendida. Cuando me dijo que los platillos se estaban preparando mientras me tomaba la orden no le creí, pero imagino que han de tener algún tipo de avanzado sistema para que se vayan elaborando los platillos mientras se ordenan.

El gerente comenzó a mostrarse presuntuoso. - Si, por supuesto. Nuestros meseros tienen forma de informar a nuestros chefs de lo que ordenan nuestros comensales en el instante mismo que lo piden.

- Pues permítame felicitarlos. Hare una recomendación en el periódico para el que trabajo.

- ¿Periódico? Inquirió el gerente.

- Si, soy critica culinaria. Trabajo para el "Heraldo de Praga"

El gerente tragaba saliva con dificultad. No podía creer lo que escuchaba. - Para el "Heraldo de Praga" pero si es el periódico de mayor circulación en la ciudad.

- Le agradezco mucho el cumplido. Exclamo nervioso.

La mujer quito la mirada del gerente en un afán de "agradecerle" su atención. - Isaías, ven por favor.

Isaías se acerco mucho mas sereno hacia la mujer que ya no veía tan "cetácea". - Toma, esto es para ti. Aunque la comida sigue siendo malísima, el servicio es extraordinario. Quiero darte una propina digna. Isaías acepto el dinero con autentica humildad.

- Muchas gracias Señora. Agradezco el cumplido. Replico.

La mujer asintió con la cabeza. Tanto el gerente como Isaías se retiraron de la mesa encaminándose a la cocina. Dentro de ella, los chefs miraban curiosos el desenlace de semejante crisis. Isaías fue el primero en entrar, mientras que el gerente se percataba de cerrar las puertas de la cocina detrás de si. Con ímpetu, el gerente se abalanzo sobre Isaías, azotándolo contra uno de los anaqueles, ante la sorpresa de todos.
- ahora si. ¿Me vas decir como diablos lo haces?

- ¿Hacer que?

- Como que, ¿que? Pedir los platos mientras tomas la orden. ¿Como lo haces? Tienes alguna especie de pacto con los chefs?

- No Señor, ninguno. Puede preguntarles.

Todos los chefs negaron con la cabeza. Uno de ellos injuriaba. - ¡Ni me cae bien! Grito.

- ¿Lo ve?

- Algún día sabre tu secreto Devon. Y cuando eso ocurra, ya no valdrás nada para este lugar y te podré correr. ¿Ha quedado claro?

- Si Señor.

El gerente soltó la solapa del chaleco de Isaías que había sujetado fuertemente durante el forcejeo. Sin decir mas, salio furioso de la cocina. Los meseros que estaban en la cocina miraban con odio a Isaías. Los chefs con miedo.

Isaías acomodo su chaleco de nueva cuenta. La solapa había quedado sumamente arrugada.

Alguien se aproximo a Isaías con un chaleco planchado. El joven miro a una linda chica. Era la misma hermosa joven que recogía los platos de la mesas. Una bella pelirroja de curiosas pequitas en las mejillas y ojos de un profundo verde esmeralda.

- Toma Isaías. Es para ti. Dijo totalmente roja la chica. Quien fácilmente podía camuflajearse con cualquier bulto de tomates.

- Gracias Jime. Exclamo Isaías.

- No les hagas caso. Solo te tienen envidia. Si, mucha envidia. Si.

La chica parecía repetir una y otra vez su parlamento. Sin lugar a dudas no era muy brillante.

- Gracias Jime. Créeme que los ignoro. Solo me tienen envidia. Y aun más si una chica tan linda como tú viene en mi auxilio.

Jimena volvió a sonrojarse aun más. Parecía que rojo de su rostro no tenia limite. Su linda sonrisa lo contrastaba divinamente.

- Tú eres bueno Isaías. Eres una buena persona.

- Gracias Jime. Tú también lo eres. Eres un maravilloso ser humano. Y gracias por el chaleco.

- De nada Isaías. ¿Y sabes? Espero que ganes mucho dinero. Para que les de aun mas envidia a todos.

- Jajaja. Cuando eso ocurra, te prometo que te invitare a cenar.

Los ojos de la chica se iluminaron. Era como si le hubieran dicho que su vida estaba por cambiar.

- ¿En serio Isaías? ¿Harías eso por mí?

- Claro Jime, en realidad no me cuesta nada hacerlo por una amiga.

Sus ojitos verdes se envidriaron. - Oh, si. Tú amiga. ¡Ja! Esa soy yo, ¿verdad?

- Si claro. Eres mi amiga. Bueno, tengo que regresar a trabajar para juntar el dinero de la cena. Nos vemos luego.

- oh, si. Claro, ve. Tienes que trabajar.

Isaías salio de la cocina con nuevos brios. Pensó que tal vez su don no era tan malo. Que incluso, podría sacarle cierta ventaja para ayudar a los demás. Se sentía mejor. Aun más, después de haber salido de aquel sanatorio mental. Ya no quiera pensar en el pasado. Ansiaba por hacer algo diferente. Cambiar realmente su vida.

Esa noche, después de la fastuosa felicitación del dueño del lugar por su gran desempeño, Isaías salio rumbo a su casa. Esa noche, cinco de sus compañeros lo esperaban a unas cuantas cuadras de la zona de apartamentos. Entre todos, le dieron la mas espantosa paliza que el pudo imaginar.

viernes, 4 de junio de 2010

CAPITULO III. Crónica de una fuga anunciada

Sanatorio Mental Santa Lucia.

Un hombre de estatura media y profundas gafas leía el expediente. Sentados, en un cuarto semi iluminado con una pequeña rendija que hacia las veces de ventana. La mesa era metálica, así como las sillas. Todas ellas empotradas al suelo, sin posibilidad de moverlas. Isaías estaba sentado frente aquel mediano hombre que ocultaba su faz detrás de algunos papeles que, según el, contaban la historia de la vida psicológica de los hombres. En este caso, de Isaías Devon.

Un simple y poco grato saludo fue la antesala para que los dos se mantuvieran en silencio por minutos.

- Y... Cuéntame Isaías... Dijo el medico. - ¿Como nos sentimos hoy?

Isaías no pronuncio palabra.

- Seguramente son los sedantes. Comento en voz alta.

- Doc. Dijo Isaías en tono despectivo y breve.

- Si, dime Isaías. Respondió el medico con aire corporativo y profesional.  

- ¿Podría prestarme un lápiz y una hoja de papel? Me tranquiliza mucho dibujar mientras converso con la gente.

El medico se mostró ligeramente interesado en la petición de aquel hombre. -mmm..., no veo inconveniente. Dicho esto, el medico comenzó escribir sobre las hojas que le estaban sirviendo de barrera.

- ¿Puedo preguntarle que hace? Inquirió Isaías.

- OH, si claro Isaías, puedes preguntar. Estamos aquí para ayudarte. Exclamo medico luciendo una cínica y artificial sonrisa. - Estoy llenando tu expediente. Debo registrar todo.

- ¿Todo? Pregunto.

- Si, todo. Así puedo ayudarte mejor. Volvió a sonreír como comercial de dentrífico.

- Y... ¿Ya sabe que tengo? ¿Que le dicen sus hojas?

- Mi apreciable Isaías. Conjuro con estupidez. - Esto es solo para llevar un registro detallado de tu comportamiento. Con esto, haremos un análisis exhaustivo de tu padecimiento, y así, podremos saber que tienes, y con ello tratarte adecuadamente. Comento en tono mercadológico.

- No se si mi seguro cubra tanto análisis Doctor.

El medico se torno algo consternado. Sin decir nada, miro de nuevo el expediente. Y, dando giro al lápiz, comenzó a borrar. - Tienen razón, mejor platícame como te sientes.

- ¿Me va a dar mi lápiz y mi hoja, por favor?

- OH, si seguro. Aunque eso vamos a tener que cobrártelo en la cuenta del hospital. ¿Tienes alguna objeción?

- No, ninguna. Yo la pago.

- Bien, aquí tienes. Volvió a sonreír, pero un tanto menos. Parecía que el seguro también había supreso la amabilidad.

El medico tendió a Isaías la hoja y el lápiz. - Aquí tienes, tenemos media hora.

- ¿No era una hora? Inquirió Isaías.

- Eh, OH es que recordé que tengo una cita muy importante. Replico el medico.

- OK, cual es su nombre Doc?

- Mi nombre. OH si, Soy el Doctor Waltz, Matthew Waltz.

- Gracias.

Dicho esto Isaías comenzó a escribir. El medico se mostró interesado en la labor del hombre.

- ¿Que haces Isaías? ¿Te gusta dibujar?

- En realidad, escribo. No suelo dibujar mucho Doc. Soy muy malo para eso, ¿sabe?

- muy bien. ¿Y que escribes?

- Una historia.

- ¿Y de que trata?

- Es acerca de un hombre que esta cansado de estar en el mismo lugar. Así que planea su escape.

- ¿Y como lo planea?

- Bueno, aprovechando que su medico desconoce por completo el don que tiene. Le pide una hoja de papel y un lápiz.

- y luego...

- Resulta que el cautivo tiene el don de que se cumpla todo lo que el escribe. Así que redacta unas cuantas líneas.

- ¿Como cuales?

- Pues mire, la primera dice. "El doctor Matthew Waltz se vuelve un completo imbécil" lo cual ya esta ocurriendo. ¿Como se siente hoy?

- Bastante bien Isaías. Muchas gracias por preguntar.

- Me da gusto Doc.

- Pues, yo te encuentro muy sano Isaías. Desconozco la razón por la que te tienen recluido aquí.

- Eso contesta mi incógnita a la siguiente sentencia, Doc. Que dice " El Dr. Matthew Waltz se percata de que Isaías esta sano"

Isaías sonreía mientras veía aquel hombre comenzar a llenar lo que parecía ser un reporte. Al final, el medico lo firmo sin titubeos.

- Aquí tienes Isaías. Respondió el medico. - Entrega este papel para que gestionen tu alta de inmediato.

Isaías agradeció el gesto. El medico se puso en pie y le abrió la puerta. - Pasa y que disfrutes tu vida.

Isaías pasó por el cuarto hasta el pabellón del nosocomio. Entrego la hoja a uno de los guardias, quien después de leerlo, lo dejo pasar. Dicho esto, leyó en voz alta la última frase de la hoja de papel.

- "El doctor Matthew Waltz deja salir a Isaías exonerado"

La tenue luz de la puerta trasera del hospital aguardaba impaciente ese prófugo que había estado añorando el momento de salir.

martes, 18 de mayo de 2010

CAPITULO II. ISAIAS DEVON

El ruido de la estática del televisor perturbaba a los vecinos, quienes gritaban injurias por no poder dormir. Uno de los principales precursores de semejante concierto de memorias maternas era el vecino del piso de arriba. Sabedor de una reputación nada envidiable, era el ser mas despreciable en toda aquella unidad habitacional de mala muerte. Aquel hombre, había finalmente conseguido un empleo de remachador en una obra cercana y tenia que presentarse temprano para comenzar su jornada.

- Calla tu televisor Devon!!! Gritaba a quemarropa. - Hay gente aquí que quiere dormir.

El gigantesco toro de casi dos metros y un par de cientos de kilogramos hizo la maestría de levantarse disparado de su cama en dirección a la puerta que daba al pasillo. El calor extenuante de aquel verano lo hacia sudar como un cerdo a punto de ser llevado al matadero. Abrió la puerta, mientras se llevaba una de sus manos para secar las partículas de agua que su cuerpo exhalaba de su piel. Un asqueroso jugo humano de toxinas, producto de las grasas animales que aquel hombre había consumido durante el día. El hedor era indescriptible.

Salio de su apartamento a toda velocidad hacia las escaleras. No estaba dispuesto a invertir sus pocas neuronas en un pobre diablo como lo consideraba. Llego hasta su puerta y comenzó a golpearla deliberadamente y sin control. - ¡¡¡Isaías!!! ¡¡¡Calla ese maldito televisor de una vez por todas!!! ¡¡¡O te juro que tirare la puerta!!!

No hubo respuesta. Aun continuaba la estática ensordecedora de la televisión en el volumen más alto. - ¡¡¡Isaías!!!

Sin una sola sinapsis neuronal en su cerebro, debido a un posible sobreesfuerzo y colapso mental, el hombre comenzó a patear fuertemente la puerta. Poco a poco el marco de la entrada se vencía debido a los tremendos golpes que aquel gorila le propinaba. En pocos minutos, la madera de la puerta se había astillado, dejando la cerradura de metal aun sujeta al marco, pero abierta. El Goliat de casi dos metros ingreso al apartamento de aquel hombre con un solo propósito. Darle una lección de la que nunca se olvidaría.

Al entrar, su primer instinto fue el de correr al televisor para apagarlo. Ya iba hacia allá cuando algo en el piso le hizo resbalar, cayendo de espaldas sobre la duela del descanso y rompiendo los tablones sobre lo que reposo su abominable humanidad. - ¡¡¡Maldita sea!!! Grito exhalando un grito de dolor. Antes de incorporarse, examino el líquido de color rojo que lo había hecho caer. Era algo espeso y escurría debido a la inclinación del apartamento. El gigantón identifico de inmediato el liquido, pues no se requería de mucho IQ para percatarse de lo que era.   - ¡¡Sangre!! Delibero en lo que podría ser su primer monologo.

Corrió hacia el interior del apartamento siguiendo los rastros de sangre hasta lo que era, al parecer, la recamara. Ahí era donde estaba el más grande charco de sangre.

El inmenso hombre miro la escena. Había en un rincón de la habitación una triste figura demacrada y delgada. Su mirada era de angustia y desesperación. Sujetaba fuertemente su muñeca izquierda, la cual continuaba escurriendo el líquido carmesí.

- ¡¡¡Ayúdame!!! Imploraba aquel hombre.

El gigantón se agacho para escuchar mejor la plegaria de aquel pobre diablo.

- ¿Que ocurre Isaías? ¿Que paso? Exclamo.

El hombre señaló otro televisor que estaba encendido en la recamara. Un presentador relataba una horrible nota. Una fuerte colisión entre dos trenes que habían descarrilado y matado a varios cientos.

El gran ser volteo a ver a Isaías. - ¿Iba tu familia en alguno de esos trenes? ¡¡¡Contesta!!!

El inmenso coraje se había convertido en una bizarra compasión y lastima. Isaías comenzó a llorar desconsoladamente. El hombre seguía atónito ante la escena. No sabia que más hacer. Miro al televisor para observar el resto de la nota. El anunciador seguía relatando los hechos.

"En un acto sin precedentes, dos trenes colisionaron a las afueras de Praga. Aun se desconocen las causas del siniestro. La policía y equipo de rescate continúan revisando el lugar, en busca de sobrevivientes. Sin que al momento se tenga suerte. Peritajes previos han revelado que una aparente falla en el sistema de vías fue lo que provoco que los trenes se encontraran uno al otro. Lo que mas extraña es la velocidad del impacto ya que las investigaciones muestran que ninguno de los trenes se había percatado de la presencia del otro, sino hasta unos cuantos metros de distancia. Esto preocupa, ya que en accidentes documentados, los trenes suelen frenar con suma anticipación para evitar el impacto. Las condiciones meteorológicas revelan que en el momento del siniestro, no hay evidencia de niebla o lluvia que hubiera podido menguar la visibilidad"

El gigante se incorporo para apagar el televisor. - Ya no veas esto. Te vas a deprimir más. ¿Dime, había algún familiar tuyo en el tren?

Isaías permanecía en lamentaciones. No parecía reaccionar ante los cuestionamientos. El inmenso hombre se dirigió a apagar el televisor. Isaías intempestivamente salto sobre el brazo del gigante para tratar de detenerlo. - Pero, ¿que diablos te pasa? Tus malditos televisores están haciendo un tremendo escándalo y queremos dormir.

- ¡¡¡Mátame!!! Grito Isaías.

El hombre quedo atónito con la petición.

- ¡¡¡Yo los mate!!! ¡¡Fui yo quien provoco ese accidente!!

El gigante de carne y hueso arremetió un tremendo golpe sobre la humanidad de Isaías. - ¡¡¡Maldito bastardo!!! ¡¡¡Terrorista!!!

En un fácil esfuerzo, tomo a Isaías, elevándolo por los aires. - Dime, ¿¿¿para que grupo terrorista trabajas??? Eh???

Isaías sangraba copiosamente por la boca. - Para... Nadie...

El hombre arrojo a Isaías hacia el muro adyacente de la habitación, golpeándose fuertemente la cabeza.

- ¡¡¡Dímelo desgraciado!!! ¡¡¡Ahora mismo llamare a la Policía!!!

Isaías trataba de ponerse en pie. - Yo... No... Para... Terrorist...

El gigante tomo el teléfono para marcar a la policía. - Díselo tú a los oficiales.

- Yo... Lo... Vi... Yo.. Lo... Escribi... Tartamudeo.

El gigantón detuvo la llamada. Coloco el teléfono nuevamente en su base. - Tu lo viste?

- Trate... De... Detenerlo... Pero... No pude.

Isaías señaló ahora hacia el techo. El gran hombre contuvo el habla por la excitación. Todo el techo estaba escrito con extrañas inscripciones. Parecían secuencias de números junto con letras sin sentido.  Había usado su propia sangre para escribirlo. Otros códigos más, parecían haber sido borrados.

- Estas enfermo. Tú necesitas otro tipo de ayuda. Exclamo el gigantón.

El hombre no se inmuto. Llamo de inmediato a la clínica más cercana para que Isaías fuera atendido.

viernes, 30 de abril de 2010

CAPITULO I. SUSU.

La historia de la escritura es casi tan antigua como la historia de la humanidad. Desde tiempos remotos, el hombre ha buscado comunicarse con sus semejantes a través de un código. Primero, con dibujos que expresaban ideas. Después con curiosos caracteres que representaban entonaciones y ruidos de la boca con la lengua y con los dientes, llamadas letras.

Pero la humanidad, no estaba dispuesta a dejarlo todo ahí. Con la evolución, el hombre se dio cuenta de que la palabra podía volverse una poderosa arma. Incluso más que la espada. Con la escritura, era posible dominar a los suyos, condenarlos, amarlos, someterlos o incluso matarlos. Ese era su poder. Aquel que dominaría el don de las palabras, dominaría al mundo. Pero, ¿quién le dio al hombre semejante Don? ¿Quién fue capaz de poner en sus manos algo tan virtuoso, pero a la vez tan trágico?

Aun recuerdo mis anos en el jardín de niños. Cuando mi maestra me enseñaba las vocales. Luego las consonantes y después, las palabras como "Papa", "Mama", "Casa" En pocos anos, había sido capaz de articular mis primeras frases. Y muchas otras, copias de textos. Mis Padres parecían muy complacidos con mis logros pedagógicos.

Mi infancia transcurrió, imagino, como la de cualquier otro niño normal. Mi Madre, hermosa como la recuerdo, me llevaba caminando hasta la escuela y me despedía con un tierno beso. Pasaba ahí la mayor parte del tiempo con mis compañeros. Al final de la jornada, mi Madre pasaba por mí para llevarme a casa. No vivíamos lejos de la escuela. Recuerdo con mucho cariño aquel recibimiento. La sopa caliente en aquella sencilla mesa de madera. Un rico guisado de carne y vegetales, que era su especialidad.

Al término de tan delicioso festín, era la hora de hacer los deberes. Yo como siempre comencé con las peculiares oraciones adaptadas de mi edad. Mi gata, una siamesa a la que habíamos adoptado recientemente, solía treparse a la mesa para juguetear con el curioso movimiento de mi lápiz al escribir. Con el fin de reafirmar mi gnosis, mis Padres decidieron bautizar a la gata como Susu. En alusión a mis particulares libros de ortografía y escritura.

Mire al gato con interés. El felino estaba preparado para atestar un zarpazo contra mi lápiz al menor movimiento. Leí con atención y en voz alta la oración en mi libro. "Susu toma leche"

Con suma concentración, comencé la transcripción. Recordaba a mi maestra con sus indicaciones respecto a como hacer mis letras. "Redondas, con pancita" "el palito derechito y con el cuadrito" Así fue que me emprendí a la tarea de la mentada oración, mientras mi gata continuaba poniendo su interés en mi lápiz. La pata derecha dio un certero zarpazo sobre mi lápiz, haciendo un rayón nada "derechito" y obligándome a suspender la escritura. "Susu!!! ¡¡¡Déjame!!!" Refunfuñé. Con ira de niño fui hasta donde estaba mi mama. "Mama, Susu no me deja hacer mi tarea" reclame con ingenuidad. 

Mi Madre miro de reojo por la puerta de la cocina. "Susu!!!" Grito. "Gata, bájate de la mesa. ¡¡¡Anda!!!" Era como si el tierno animal hubiera comprendido perfectamente lo que mi madre le decía. De ipso facto dio un inmenso salto hacia el piso. Sin decir más, volví a mis deberes escolares. Nuevamente aquella transcripción me esperaba.

Regrese aquella mesa del comedor dispuesto a concluir mi tarea. Nuevamente, mi lápiz emprendió la empresa de ser guiado por mi mano para terminar con su misión. La oración había quedado terminada. "Susu toma leche" mire a mi alrededor con la esperanza de que alguien pudiera vitorear mi éxito. Mi madre seguía en la cocina. Decidí entonces expresarle a la gata el agradecimiento por su paciencia y esperanzado en que no estuviera molesta por haber sido denunciada. Mire hacia todos lados, pero la gata no estaba. "Susu?" Pregunte al aire "Susu? ¿Dónde estas?" Volví a preguntar. Mi madre, atenta a mis actividades no dudo en regresar la pregunta con otra "¿qué pasa Isaías?" Cuestiono tiernamente. "Mamá, no encuentro a Susu. ¿Sabes donde esta?" Mi madre dio un vistazo de 360 grados alrededor de la cocina. "No esta aquí. A lo mejor esta en la despensa. Ya sabes cuanto le gusta estar ahí"

La búsqueda fue interrumpida por un súbito cristalazo. Yo pegue un grito y di un pequeño salto, mientras que mi madre corrió hacia la despensa. Cuando llegamos, ya era tarde. Ahí estaba, inerte y muerta. Yo corrí para auxiliarla, pero no se movía. "¡¡¡Mama!!! Que le pasa a Susu?

Un frasco de leche se había hecho trizas en el piso de cerámica y los cristales se habían incrustado mortalmente en el cuerpo de la gatita. No pude contenerme, mis lagrimas salieron incontrolables, y sin
control. Llore amargamente.

Mi Madre recogió el cuerpo sin vida de Susu y lo metió en una vieja caja de zapatos. La cerró con ternura y fue el trapeador para limpiar la mezcla de leche carmesí que se había combinado con la sangre del animalito. Mi Madre limpiaba, en silencio. Como si se tratara de un cortejo fúnebre, con la mayor honorabilidad.

"Isa" dijo mi madre. "¿Por qué no preparas tus cosas para bañarte?" Yo asentí. "Si Mama" y me encamine a la planta alta para atender su petición. No entendía nada de lo que ocurría. Fui a bañarme y me puse el pijama. Al poco tiempo, Papa llego.

"¡¡¡Hola familia!!!" Exclamo con  su característica y particular alegría que identificaba a mi Padre. Yo estaba al pie de la escalera, escuchando atentamente.

"¿Qué pasa? ¿Qué ocurrió?" Pregunto. Mi madre se notaba consternada. "Hay Pedro. Paso algo horrible. La Susu, se murió"

"¿Cómo, qué paso?" Cuestiono mi Padre. "Pues, me da la impresión de que trato de tirar uno de las botellas de leche de la despensa. Y pues, le cayo encima..."

"Oh, que triste. Pobre animalita. ¿Cómo esta Isaías?"

"Yo creo que bien. Pero vio todo. A la gatita muerta, desangrándose. Algo muy feo"

"Que mal. Pero, nuestro hijo tiene que entender que la muerte es algo normal. Algo que forma parte de la vida"

"Si, claro. Pero no así Pedro. Una cosa es que un animalito muera y otra muy diferente es verlo morir de esa forma"

"Fue lamentable mujer. Pero era una gatita muy tranquila y obediente. No entiendo como pudo pasarle algo así" inquirió el Padre.

"Pues, me da la impresión de que quiso tomar leche y pues le cayo el frasco encima" replico mi mama.

Cuando mi madre termino de hablar, pude razonar algo de lo que había dicho. "Quiso tomar leche" lo primero que me vino a la mente fue la oración que escribí aquella tarde en mi cuaderno. ¿Habrá tenido algo que ver? ¿Había sido yo el responsable de su muerte? Esas ideas eran demasiado para un chico de mi edad. Me sentía miserable, triste.

Ya era media noche y mis Padres se habían retirado a su habitación. Todo permanecía en completa calma. Algo en mi interior me dictaba hacer algo. Como si careciera de mi voluntad, fui arrastrado fuera de mi cama. En la total obscuridad, salí cautelosamente de mi cuarto. Me sentía ansioso, y sudoroso. Todo mi cuerpo temblaba. Era como si algo dictara mis movimientos, mis acciones. Llegue hasta el comedor y saque mi estuche de color rojo y mi cuaderno. Me senté abruptamente, haciendo rechinar la silla contra el piso. Seguramente, eso había alertado a mis Padres.

Mis manos temblaban. Tomando con la izquierda el lápiz comencé a escribir nerviosamente en el cuaderno. No tenía idea alguna de que pudiera escribir con esa mano, pues era diestro. ¿Qué me estaba pasando? Estaba asustado. Tal como si me lo dictaran, comencé a trazar letras. Estas eran diferentes, no eran "palitos ni pancitas" la letra era cursiva, bien delineada y elegante. Los contornos eran extraños, y algo tétricos. Finalmente, termine la oración. Los temblores cesaron, así como el nerviosismo. Estaba en calma. Aquello que me había obligado a bajar, y escribir, parecía haberse ido. Mi Padre bajo presuroso para ver lo que estaba ocurriendo. Me encontró sentado y con mi cuaderno abierto.

"¿Isaías, qué haces despierto tan tarde hijo?" Inquirió mi Padre.

"Baje a escribir Papa."

"¿Acaso no habías terminado tu tarea?"

"Si, pero sentí que debía hacerlo" respondí. "¿Estuvo mal?"

"No, solo que es poco usual" "¿tuviste alguna pesadilla? Fue acaso por Susu? Mama me dijo que viste como se lastimo"

"Si, fue algo muy triste y me siento muy mal

Porque fue mi culpa" le conteste a mi Padre.

"Isa, lo que le paso a Susu no fue tu culpa. Fue un accidente, solo eso"

Cuando escuche a mi Padre aquella noche, sus palabras se quedaron profundamente clavadas en mi memoria. Realmente desee que tuviera razón. Pero, ahora, se que estaba equivocado.

"Hijo, si quieres llorar, hazlo. Es natural cuando perdemos a alguien que amamos"

"Papa, es que no entiendes. Susu murió porque quería leche"

Mi Padre me miro de forma incrédula. "Si hijo, a los gatos les gusta la leche. Fue cuando el frasco le cayo encima y murió"

"Pero yo escribí en mi tarea que Susu toma leche. Y por mi culpa, quiso"

Se veía que mi Padre había caído en cuenta de mi predicamento y buscaba las palabras adecuadas para explicarme que yo no tenía nada que ver. Sin decir mas, tomo mi cuaderno y hojeándolo encontró la frase en cuestión. Enunciándola en voz alta dijo "Susu toma leche"

"¿Lo ves? ¿Yo dije que Susu fuera a tomar leche?"

Mi Padre me miro con ternura y compasión. "Isa, ni la gente, ni los animales pueden obedecer o hacernos caso, con solo escribirlo. Eso es imposible"

Un extraño ruido irrumpió en la conversación que mi Padre y yo teníamos. Era como si la puerta de la cocina fuera rasgada. Mi Padre se acerco con precaución hasta la puerta. Se asomo por la ventana de la misma. Ante una incomoda sorpresa, dio marcha atrás.

"¿Qué pasa Papa?" Pregunte.

La pequeña puertita abatible que teníamos puesta para que el gato entrara a la casa había vuelto a rechinar. Una criatura envuelta en tierra y lodo estaba acicalándose en el piso. Quitándose los excesos de polvo que tenia en todo el cuerpo.

"Susu?" Cuestione con incredulidad. La gata me devolvió la mirada junto con un ronroneo y un tierno maullido. Mi Padre seguía atónito. "Pero, tu mama lo enterró en el patio" "¿Cómo es posible que?"

Yo tome mi cuaderno y se lo aproxime a mi Padre. "Papa, hace un momento, mi mano izquierda escribió esto. ¿Qué quiere decir?"

Mi Padre, quien ya daba signos de pánico, tomo con temor el cuaderno. Súbitamente lo cerró.

"¿Qué dice Papa?" "¿Qué dice?" "Dice algo de Susu, ¿verdad?"

Mi Padre no enunciaba palabra. Seguía impactado por la impresión. Después de una pausa que me había parecido eterna, se atrevió a revelar lo que había escrito. "Dice... Susu Vive"

Esa noche marco mi vida para siempre...

Ideas + Corazón = Obras Literarias

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