viernes, 30 de abril de 2010

CAPITULO I. SUSU.

La historia de la escritura es casi tan antigua como la historia de la humanidad. Desde tiempos remotos, el hombre ha buscado comunicarse con sus semejantes a través de un código. Primero, con dibujos que expresaban ideas. Después con curiosos caracteres que representaban entonaciones y ruidos de la boca con la lengua y con los dientes, llamadas letras.

Pero la humanidad, no estaba dispuesta a dejarlo todo ahí. Con la evolución, el hombre se dio cuenta de que la palabra podía volverse una poderosa arma. Incluso más que la espada. Con la escritura, era posible dominar a los suyos, condenarlos, amarlos, someterlos o incluso matarlos. Ese era su poder. Aquel que dominaría el don de las palabras, dominaría al mundo. Pero, ¿quién le dio al hombre semejante Don? ¿Quién fue capaz de poner en sus manos algo tan virtuoso, pero a la vez tan trágico?

Aun recuerdo mis anos en el jardín de niños. Cuando mi maestra me enseñaba las vocales. Luego las consonantes y después, las palabras como "Papa", "Mama", "Casa" En pocos anos, había sido capaz de articular mis primeras frases. Y muchas otras, copias de textos. Mis Padres parecían muy complacidos con mis logros pedagógicos.

Mi infancia transcurrió, imagino, como la de cualquier otro niño normal. Mi Madre, hermosa como la recuerdo, me llevaba caminando hasta la escuela y me despedía con un tierno beso. Pasaba ahí la mayor parte del tiempo con mis compañeros. Al final de la jornada, mi Madre pasaba por mí para llevarme a casa. No vivíamos lejos de la escuela. Recuerdo con mucho cariño aquel recibimiento. La sopa caliente en aquella sencilla mesa de madera. Un rico guisado de carne y vegetales, que era su especialidad.

Al término de tan delicioso festín, era la hora de hacer los deberes. Yo como siempre comencé con las peculiares oraciones adaptadas de mi edad. Mi gata, una siamesa a la que habíamos adoptado recientemente, solía treparse a la mesa para juguetear con el curioso movimiento de mi lápiz al escribir. Con el fin de reafirmar mi gnosis, mis Padres decidieron bautizar a la gata como Susu. En alusión a mis particulares libros de ortografía y escritura.

Mire al gato con interés. El felino estaba preparado para atestar un zarpazo contra mi lápiz al menor movimiento. Leí con atención y en voz alta la oración en mi libro. "Susu toma leche"

Con suma concentración, comencé la transcripción. Recordaba a mi maestra con sus indicaciones respecto a como hacer mis letras. "Redondas, con pancita" "el palito derechito y con el cuadrito" Así fue que me emprendí a la tarea de la mentada oración, mientras mi gata continuaba poniendo su interés en mi lápiz. La pata derecha dio un certero zarpazo sobre mi lápiz, haciendo un rayón nada "derechito" y obligándome a suspender la escritura. "Susu!!! ¡¡¡Déjame!!!" Refunfuñé. Con ira de niño fui hasta donde estaba mi mama. "Mama, Susu no me deja hacer mi tarea" reclame con ingenuidad. 

Mi Madre miro de reojo por la puerta de la cocina. "Susu!!!" Grito. "Gata, bájate de la mesa. ¡¡¡Anda!!!" Era como si el tierno animal hubiera comprendido perfectamente lo que mi madre le decía. De ipso facto dio un inmenso salto hacia el piso. Sin decir más, volví a mis deberes escolares. Nuevamente aquella transcripción me esperaba.

Regrese aquella mesa del comedor dispuesto a concluir mi tarea. Nuevamente, mi lápiz emprendió la empresa de ser guiado por mi mano para terminar con su misión. La oración había quedado terminada. "Susu toma leche" mire a mi alrededor con la esperanza de que alguien pudiera vitorear mi éxito. Mi madre seguía en la cocina. Decidí entonces expresarle a la gata el agradecimiento por su paciencia y esperanzado en que no estuviera molesta por haber sido denunciada. Mire hacia todos lados, pero la gata no estaba. "Susu?" Pregunte al aire "Susu? ¿Dónde estas?" Volví a preguntar. Mi madre, atenta a mis actividades no dudo en regresar la pregunta con otra "¿qué pasa Isaías?" Cuestiono tiernamente. "Mamá, no encuentro a Susu. ¿Sabes donde esta?" Mi madre dio un vistazo de 360 grados alrededor de la cocina. "No esta aquí. A lo mejor esta en la despensa. Ya sabes cuanto le gusta estar ahí"

La búsqueda fue interrumpida por un súbito cristalazo. Yo pegue un grito y di un pequeño salto, mientras que mi madre corrió hacia la despensa. Cuando llegamos, ya era tarde. Ahí estaba, inerte y muerta. Yo corrí para auxiliarla, pero no se movía. "¡¡¡Mama!!! Que le pasa a Susu?

Un frasco de leche se había hecho trizas en el piso de cerámica y los cristales se habían incrustado mortalmente en el cuerpo de la gatita. No pude contenerme, mis lagrimas salieron incontrolables, y sin
control. Llore amargamente.

Mi Madre recogió el cuerpo sin vida de Susu y lo metió en una vieja caja de zapatos. La cerró con ternura y fue el trapeador para limpiar la mezcla de leche carmesí que se había combinado con la sangre del animalito. Mi Madre limpiaba, en silencio. Como si se tratara de un cortejo fúnebre, con la mayor honorabilidad.

"Isa" dijo mi madre. "¿Por qué no preparas tus cosas para bañarte?" Yo asentí. "Si Mama" y me encamine a la planta alta para atender su petición. No entendía nada de lo que ocurría. Fui a bañarme y me puse el pijama. Al poco tiempo, Papa llego.

"¡¡¡Hola familia!!!" Exclamo con  su característica y particular alegría que identificaba a mi Padre. Yo estaba al pie de la escalera, escuchando atentamente.

"¿Qué pasa? ¿Qué ocurrió?" Pregunto. Mi madre se notaba consternada. "Hay Pedro. Paso algo horrible. La Susu, se murió"

"¿Cómo, qué paso?" Cuestiono mi Padre. "Pues, me da la impresión de que trato de tirar uno de las botellas de leche de la despensa. Y pues, le cayo encima..."

"Oh, que triste. Pobre animalita. ¿Cómo esta Isaías?"

"Yo creo que bien. Pero vio todo. A la gatita muerta, desangrándose. Algo muy feo"

"Que mal. Pero, nuestro hijo tiene que entender que la muerte es algo normal. Algo que forma parte de la vida"

"Si, claro. Pero no así Pedro. Una cosa es que un animalito muera y otra muy diferente es verlo morir de esa forma"

"Fue lamentable mujer. Pero era una gatita muy tranquila y obediente. No entiendo como pudo pasarle algo así" inquirió el Padre.

"Pues, me da la impresión de que quiso tomar leche y pues le cayo el frasco encima" replico mi mama.

Cuando mi madre termino de hablar, pude razonar algo de lo que había dicho. "Quiso tomar leche" lo primero que me vino a la mente fue la oración que escribí aquella tarde en mi cuaderno. ¿Habrá tenido algo que ver? ¿Había sido yo el responsable de su muerte? Esas ideas eran demasiado para un chico de mi edad. Me sentía miserable, triste.

Ya era media noche y mis Padres se habían retirado a su habitación. Todo permanecía en completa calma. Algo en mi interior me dictaba hacer algo. Como si careciera de mi voluntad, fui arrastrado fuera de mi cama. En la total obscuridad, salí cautelosamente de mi cuarto. Me sentía ansioso, y sudoroso. Todo mi cuerpo temblaba. Era como si algo dictara mis movimientos, mis acciones. Llegue hasta el comedor y saque mi estuche de color rojo y mi cuaderno. Me senté abruptamente, haciendo rechinar la silla contra el piso. Seguramente, eso había alertado a mis Padres.

Mis manos temblaban. Tomando con la izquierda el lápiz comencé a escribir nerviosamente en el cuaderno. No tenía idea alguna de que pudiera escribir con esa mano, pues era diestro. ¿Qué me estaba pasando? Estaba asustado. Tal como si me lo dictaran, comencé a trazar letras. Estas eran diferentes, no eran "palitos ni pancitas" la letra era cursiva, bien delineada y elegante. Los contornos eran extraños, y algo tétricos. Finalmente, termine la oración. Los temblores cesaron, así como el nerviosismo. Estaba en calma. Aquello que me había obligado a bajar, y escribir, parecía haberse ido. Mi Padre bajo presuroso para ver lo que estaba ocurriendo. Me encontró sentado y con mi cuaderno abierto.

"¿Isaías, qué haces despierto tan tarde hijo?" Inquirió mi Padre.

"Baje a escribir Papa."

"¿Acaso no habías terminado tu tarea?"

"Si, pero sentí que debía hacerlo" respondí. "¿Estuvo mal?"

"No, solo que es poco usual" "¿tuviste alguna pesadilla? Fue acaso por Susu? Mama me dijo que viste como se lastimo"

"Si, fue algo muy triste y me siento muy mal

Porque fue mi culpa" le conteste a mi Padre.

"Isa, lo que le paso a Susu no fue tu culpa. Fue un accidente, solo eso"

Cuando escuche a mi Padre aquella noche, sus palabras se quedaron profundamente clavadas en mi memoria. Realmente desee que tuviera razón. Pero, ahora, se que estaba equivocado.

"Hijo, si quieres llorar, hazlo. Es natural cuando perdemos a alguien que amamos"

"Papa, es que no entiendes. Susu murió porque quería leche"

Mi Padre me miro de forma incrédula. "Si hijo, a los gatos les gusta la leche. Fue cuando el frasco le cayo encima y murió"

"Pero yo escribí en mi tarea que Susu toma leche. Y por mi culpa, quiso"

Se veía que mi Padre había caído en cuenta de mi predicamento y buscaba las palabras adecuadas para explicarme que yo no tenía nada que ver. Sin decir mas, tomo mi cuaderno y hojeándolo encontró la frase en cuestión. Enunciándola en voz alta dijo "Susu toma leche"

"¿Lo ves? ¿Yo dije que Susu fuera a tomar leche?"

Mi Padre me miro con ternura y compasión. "Isa, ni la gente, ni los animales pueden obedecer o hacernos caso, con solo escribirlo. Eso es imposible"

Un extraño ruido irrumpió en la conversación que mi Padre y yo teníamos. Era como si la puerta de la cocina fuera rasgada. Mi Padre se acerco con precaución hasta la puerta. Se asomo por la ventana de la misma. Ante una incomoda sorpresa, dio marcha atrás.

"¿Qué pasa Papa?" Pregunte.

La pequeña puertita abatible que teníamos puesta para que el gato entrara a la casa había vuelto a rechinar. Una criatura envuelta en tierra y lodo estaba acicalándose en el piso. Quitándose los excesos de polvo que tenia en todo el cuerpo.

"Susu?" Cuestione con incredulidad. La gata me devolvió la mirada junto con un ronroneo y un tierno maullido. Mi Padre seguía atónito. "Pero, tu mama lo enterró en el patio" "¿Cómo es posible que?"

Yo tome mi cuaderno y se lo aproxime a mi Padre. "Papa, hace un momento, mi mano izquierda escribió esto. ¿Qué quiere decir?"

Mi Padre, quien ya daba signos de pánico, tomo con temor el cuaderno. Súbitamente lo cerró.

"¿Qué dice Papa?" "¿Qué dice?" "Dice algo de Susu, ¿verdad?"

Mi Padre no enunciaba palabra. Seguía impactado por la impresión. Después de una pausa que me había parecido eterna, se atrevió a revelar lo que había escrito. "Dice... Susu Vive"

Esa noche marco mi vida para siempre...

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