martes, 18 de mayo de 2010

CAPITULO II. ISAIAS DEVON

El ruido de la estática del televisor perturbaba a los vecinos, quienes gritaban injurias por no poder dormir. Uno de los principales precursores de semejante concierto de memorias maternas era el vecino del piso de arriba. Sabedor de una reputación nada envidiable, era el ser mas despreciable en toda aquella unidad habitacional de mala muerte. Aquel hombre, había finalmente conseguido un empleo de remachador en una obra cercana y tenia que presentarse temprano para comenzar su jornada.

- Calla tu televisor Devon!!! Gritaba a quemarropa. - Hay gente aquí que quiere dormir.

El gigantesco toro de casi dos metros y un par de cientos de kilogramos hizo la maestría de levantarse disparado de su cama en dirección a la puerta que daba al pasillo. El calor extenuante de aquel verano lo hacia sudar como un cerdo a punto de ser llevado al matadero. Abrió la puerta, mientras se llevaba una de sus manos para secar las partículas de agua que su cuerpo exhalaba de su piel. Un asqueroso jugo humano de toxinas, producto de las grasas animales que aquel hombre había consumido durante el día. El hedor era indescriptible.

Salio de su apartamento a toda velocidad hacia las escaleras. No estaba dispuesto a invertir sus pocas neuronas en un pobre diablo como lo consideraba. Llego hasta su puerta y comenzó a golpearla deliberadamente y sin control. - ¡¡¡Isaías!!! ¡¡¡Calla ese maldito televisor de una vez por todas!!! ¡¡¡O te juro que tirare la puerta!!!

No hubo respuesta. Aun continuaba la estática ensordecedora de la televisión en el volumen más alto. - ¡¡¡Isaías!!!

Sin una sola sinapsis neuronal en su cerebro, debido a un posible sobreesfuerzo y colapso mental, el hombre comenzó a patear fuertemente la puerta. Poco a poco el marco de la entrada se vencía debido a los tremendos golpes que aquel gorila le propinaba. En pocos minutos, la madera de la puerta se había astillado, dejando la cerradura de metal aun sujeta al marco, pero abierta. El Goliat de casi dos metros ingreso al apartamento de aquel hombre con un solo propósito. Darle una lección de la que nunca se olvidaría.

Al entrar, su primer instinto fue el de correr al televisor para apagarlo. Ya iba hacia allá cuando algo en el piso le hizo resbalar, cayendo de espaldas sobre la duela del descanso y rompiendo los tablones sobre lo que reposo su abominable humanidad. - ¡¡¡Maldita sea!!! Grito exhalando un grito de dolor. Antes de incorporarse, examino el líquido de color rojo que lo había hecho caer. Era algo espeso y escurría debido a la inclinación del apartamento. El gigantón identifico de inmediato el liquido, pues no se requería de mucho IQ para percatarse de lo que era.   - ¡¡Sangre!! Delibero en lo que podría ser su primer monologo.

Corrió hacia el interior del apartamento siguiendo los rastros de sangre hasta lo que era, al parecer, la recamara. Ahí era donde estaba el más grande charco de sangre.

El inmenso hombre miro la escena. Había en un rincón de la habitación una triste figura demacrada y delgada. Su mirada era de angustia y desesperación. Sujetaba fuertemente su muñeca izquierda, la cual continuaba escurriendo el líquido carmesí.

- ¡¡¡Ayúdame!!! Imploraba aquel hombre.

El gigantón se agacho para escuchar mejor la plegaria de aquel pobre diablo.

- ¿Que ocurre Isaías? ¿Que paso? Exclamo.

El hombre señaló otro televisor que estaba encendido en la recamara. Un presentador relataba una horrible nota. Una fuerte colisión entre dos trenes que habían descarrilado y matado a varios cientos.

El gran ser volteo a ver a Isaías. - ¿Iba tu familia en alguno de esos trenes? ¡¡¡Contesta!!!

El inmenso coraje se había convertido en una bizarra compasión y lastima. Isaías comenzó a llorar desconsoladamente. El hombre seguía atónito ante la escena. No sabia que más hacer. Miro al televisor para observar el resto de la nota. El anunciador seguía relatando los hechos.

"En un acto sin precedentes, dos trenes colisionaron a las afueras de Praga. Aun se desconocen las causas del siniestro. La policía y equipo de rescate continúan revisando el lugar, en busca de sobrevivientes. Sin que al momento se tenga suerte. Peritajes previos han revelado que una aparente falla en el sistema de vías fue lo que provoco que los trenes se encontraran uno al otro. Lo que mas extraña es la velocidad del impacto ya que las investigaciones muestran que ninguno de los trenes se había percatado de la presencia del otro, sino hasta unos cuantos metros de distancia. Esto preocupa, ya que en accidentes documentados, los trenes suelen frenar con suma anticipación para evitar el impacto. Las condiciones meteorológicas revelan que en el momento del siniestro, no hay evidencia de niebla o lluvia que hubiera podido menguar la visibilidad"

El gigante se incorporo para apagar el televisor. - Ya no veas esto. Te vas a deprimir más. ¿Dime, había algún familiar tuyo en el tren?

Isaías permanecía en lamentaciones. No parecía reaccionar ante los cuestionamientos. El inmenso hombre se dirigió a apagar el televisor. Isaías intempestivamente salto sobre el brazo del gigante para tratar de detenerlo. - Pero, ¿que diablos te pasa? Tus malditos televisores están haciendo un tremendo escándalo y queremos dormir.

- ¡¡¡Mátame!!! Grito Isaías.

El hombre quedo atónito con la petición.

- ¡¡¡Yo los mate!!! ¡¡Fui yo quien provoco ese accidente!!

El gigante de carne y hueso arremetió un tremendo golpe sobre la humanidad de Isaías. - ¡¡¡Maldito bastardo!!! ¡¡¡Terrorista!!!

En un fácil esfuerzo, tomo a Isaías, elevándolo por los aires. - Dime, ¿¿¿para que grupo terrorista trabajas??? Eh???

Isaías sangraba copiosamente por la boca. - Para... Nadie...

El hombre arrojo a Isaías hacia el muro adyacente de la habitación, golpeándose fuertemente la cabeza.

- ¡¡¡Dímelo desgraciado!!! ¡¡¡Ahora mismo llamare a la Policía!!!

Isaías trataba de ponerse en pie. - Yo... No... Para... Terrorist...

El gigante tomo el teléfono para marcar a la policía. - Díselo tú a los oficiales.

- Yo... Lo... Vi... Yo.. Lo... Escribi... Tartamudeo.

El gigantón detuvo la llamada. Coloco el teléfono nuevamente en su base. - Tu lo viste?

- Trate... De... Detenerlo... Pero... No pude.

Isaías señaló ahora hacia el techo. El gran hombre contuvo el habla por la excitación. Todo el techo estaba escrito con extrañas inscripciones. Parecían secuencias de números junto con letras sin sentido.  Había usado su propia sangre para escribirlo. Otros códigos más, parecían haber sido borrados.

- Estas enfermo. Tú necesitas otro tipo de ayuda. Exclamo el gigantón.

El hombre no se inmuto. Llamo de inmediato a la clínica más cercana para que Isaías fuera atendido.

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